La nueva reforma laboral viene con toda una caterva de eurocomunistas adulando a Yolanda Díaz, gritando “es mejor que lo que teníamos”, y, en el peor de los casos, acusando a los revolucionarios de maximalistas. ¡Para vosotros siempre todo es “no”! ¡Vivís en el ámbito discursivo pero nunca vais a influir en ningún cambio real! ¡Al menos los socialdemócratas han mejorado en algo la vida de la gente!
Cierto es que hay algunos revolucionarios simplones que si no se cumple el 100% de su programa en una reforma ya se oponen por defecto a ella. Los aduladores de Yolanda y Unidas Podemos usan este simplismo para encasillar allí, de manera falaz, a todos los que se oponen a su gobierno y a su reforma laboral. Los comunistas sí somos capaces de llegar a compromisos. Los pactos con tu enemigo, tanto en la política como en la guerra —que viene a ser lo mismo— son treguas temporales que configuran un nuevo punto de partida de la lucha de clases. Por definición, un compromiso implica renunciar a una parte de tus objetivos. Esta parte puede ser pequeña o grande en función de la correlación de fuerzas. Un comunista puede, incluso, llegar a un compromiso perjudicial para la clase obrera si la lucha le es desfavorable y se piensa que de no llegar a tal compromiso todavía se podría perder mucho más. Avanzar mucho, avanzar poco o incluso retroceder; todo es viable en la táctica política siempre y cuando se tengan claros los principios.
Los comunistas no nos oponemos a este gobierno y su reforma laboral por un maximalismo infantil, si no por un análisis de lo que ello supone para nuestra clase en el aquí y en el ahora. Unos dirán que la nueva reforma laboral conlleva unas pequeñísimas mejoras respecto a la anterior. Otros diremos que estas pequeñísimas mejoras se compensan con beneficios a la patronal como los ERTE permanentes. Si nos quedamos sólo ahí parece un debate entre optimistas y pesimistas. Lo verdaderamente importante es saber en qué contexto se inscribe esta reforma y cómo de organizada queda la clase obrera para futuras batallas.
La reforma se inscribe en un sistema político turnista que garantiza la regeneración de la confianza en los gobernantes. Derecha e izquierda se alternan para mantenernos atrapados y que nada cambie. Unos te quitan 10 y luego vienen los otros y te devuelven 2 para que vengan luego los primeros a quitarte 10 más. Para que te vuelvan a quitar 10 es imprescindible que venga alguien primero a devolverte 2. Garantizar la paz social le llaman. No es que haya buenos y malos, es que cada uno cumple su función. De hecho, “ganar derechos” como le llaman los socios de gobierno a sus acciones, es la condición de necesidad que tiene el sistema para que en un futuro te puedan seguir empobreciendo. El pueblo no aguantaría un atraco continuo a sus condiciones de vida sin una contrapartida que le diera esperanzas. La actual reforma laboral marca un principio de paz social con el acuerdo de la izquierda y sindicatos, sin alterar sustancialmente la reforma del PP, que prepara el terreno para que en un futuro la burguesía pueda seguir avanzando. Los comunistas nos oponemos a este compromiso porque, por encima de todo, en la guerra, éste sólo va acabar siendo beneficioso para nuestro enemigo de clase. Que, si nos quitaron 10, exijamos que se nos devuelvan mínimo esos 10 no es maximalismo, es evitar ser parte de este teatro.