Si en Google uno pone Miami, Cuba se ofrecerá enseguida, pasará lo mismo si se escribe Cuba, aparecerá Miami. La ciudad norteamericana es el referente de la emigración cubana a los EEUU desde hace décadas, allí se acumula de todo: mafiosos, mallas de lycra, miseria, lujo, salsa y anticastrimo a partes iguales. Es una pequeña Habana. Pero no fue allí, sino en Las Vegas —ese paraíso para los adictos de una de las lacras que más está afectando a la juventud, el juego y las casa de apuestas— donde se celebraron unos premios musicales con mucha influencia en el continente americano. Premios que pasarían completamente desapercibidos para la mayoría de la población española sino fuese porque la prensa habla de ellos precisamente no para hablar de música o cultura, sino para criticar a la pequeña isla que todos juntos quieren que odiemos.
El pasado 18 de noviembre Las Vegas hizo de Miami. Allí se reunieron unos cuantos artistas cubanos —popularmente llamados por sus compatriotas como gusanos— para recibir los Grammys latinos. En la llegada a la gala se hizo viral una foto, la del cubano Yotuel Romero, sonriente y embriagado de lujo junto a la española Beatriz Luengo llegando en limusina. Ambos hacían alarde de derroche y ostentación. Privilegios que recibieron el aplauso de la prensa y lo bautizaron como “libertad”, por supuesto no recibieron el dedo acusador y nadie se preguntó si su limusina consume mucho o contamina poco. Su privilegio no se cuestiona y es un derecho. Lo de la contaminación, el ahorro y el sacrificio, nos lo dejan para otros. La foto es icónica, es representativa de la decadencia moral y ética del prototipo de artista cubano que pretende hablar de democracia y derechos para criticar a la Revolución cubana y lo que busca es acumular todo lo posible a cualquier precio. ¿Alguien hubiera dado credibilidad a los discursos políticos de una persona que llega en limousine para hablar de derechos y libertades? El ejemplo es la única verdad.
La misma prensa que maldice a Cuba a diario olvidó un detalle curioso. Esa misma ciudad que sirvió de escenario para premiar el “patria y vida” fue la que pintó rectángulos en un parking al aire libre para acumular personas sin hogar un año y medio antes. A tan solo 15 minutos de distancia del MGM Grand Garden Arena donde se celebraron los Grammys latinos otra foto viral corrió como la pólvora meses antes. Cientos de mendigos en un parking sin más protección que rectángulos de pintura blanca. Más de 600.000 personas, en su mayoría latinos y afroamericanos, no reciben premios, ni lujos. Viven en la calle. Esa es la imagen del capitalismo contemporáneo.
Pero Las Vegas no es una excepción. A Madrid también le gusta hacer de Miami. El mismo día que en la capital del estado de Nevada las limousines repletas de gusanos brillaban de manera cínica, la Asamblea de Madrid decidió aprobar una Proposición No de Ley sobre la vulneración de derechos en Cuba. Nada les importó la vulneración de derechos en la Cañada Real, los desahucios o si el precio de la luz y combustibles sube con la llegada del frío. No debatieron si los madrileños pueden comprar productos para alimentarse, si los despidos aumentan o por qué siguen muriendo todos los meses obreros al ir a trabajar. Pensaron que la necesidad era que el debate político girase en torno al cuestionamiento del gobierno de una isla que está a miles de kilómetros porque ellos consideran que allí se vulneran derechos y hay que hablar de ello.
Ese día en el aeropuerto también hubo circo. La prensa se preocupó de focalizar el debate político en torno a la llegada de otro artista cubano, Yunior García, otro gusano. Éste dijo públicamente temer por su vida, “si nos quedamos en Cuba, nos decapitan”, afirmó sin ruborizarse. Los medios poco tardaron en abrir las noticias con las declaraciones, pero no hubo comentario alguno sobre una obviedad que zanja la polémica de manera rotunda: ¿alguna vez han decapitado a alguien en Cuba? ¿Qué países o gobiernos decapitan en la actualidad? ¿Con quienes mantienen relaciones? Tampoco reflexionaron sobre lo más evidente, los gusanos no tienen cuello.