Estas semanas hemos podido ver cómo el maestro de ceremonias de las grandes fiestas capitalistas, el gobierno socialdemócrata, ha interpretado su nueva canción: la “dignificación” de la FP. Pero, como suele pasar, las palabras más grandilocuentes varían enormemente su significado según quién las pronuncie. En este caso, en la Ley Orgánica de Ordenación en Integración de la FP se plantean, entre muchas otras, dos cuestiones relevantes. En primer lugar, una conexión muy concreta entre la FP y la Universidad que busca un marco donde las empresas tengan máxima flexibilidad en la preparación de su mano de obra, ajustando continuamente su nivel de preparación. Por la otra parte, se anuncia que una formación fuertemente vinculada a las empresas es el bálsamo ante el desempleo juvenil que azota a casi el 40% de la juventud española. ¿De qué rincón de los males menores habrán sacado las migajas para tanta ayuda al pueblo trabajador?
Sin embargo, es importante llamar a las cosas por su nombre. Esos vínculos entre las aulas y las empresas suenan, se ven y sobre todo se sienten como cadenas para la clase trabajadora. Una FP Dual que proyecta dos opciones: la General, con un 35% del tiempo total de prácticas en empresas y sin contrato laboral y la Avanzada, con un 50% y, esta vez sí, con un nuevo contrato de tipo laboral, por supuesto con peores condiciones y con ello presionando a la baja las condiciones del conjunto del pueblo trabajador. He aquí la cuota máxima de dignidad a la que aspiramos en el capitalismo, la dignidad de salvar a los capitalistas mediante la entrada masiva del estudiantado en dinámicas de explotación en las empresas. Porque la realidad es que ante un problema, el de que los y las estudiantes ocupan puestos de trabajo cuando realizan sus prácticas, el gobierno ha decidido que el problema no era el fraude, sino los derechos del estudiantado. Y, sin dudarlo, se ha puesto a legislar para arreglarlo.
Y si bien una aparente complejidad entre factores como lo estudiantil, lo laboral y lo político pueden confundirnos, la realidad es bastante simple: es un ataque de los explotadores y su principal socio, el gobierno, hacia los explotados. La “colaboración público-privada” es la amistad entre el armero y el cazador, con la desdicha de que nuestra clase es la presa. Tal es el carácter del estado capitalista se hable de lo que se hable. La forma en que sigue desligado el trabajo intelectual del manual con esta nueva LO no hace más que intensificar el proceso de expulsión progresiva de los hijos e hijas de la clase trabajadora de aquellas ramas del conocimiento que no reportan beneficios inmediatos en forma de salario a nuestras familias, cada día más al límite con el encarecimiento de la vida.
En este sentido, la necesidad del capitalismo español y europeo para la salida de la actual crisis es clara: tecnificación e hiperespecialización educativa para el desarrollo de una mano de obra competitiva. Por una parte, la estructuración modular de los ciclos se ajusta a las nuevas formas de organización del trabajo, que bajo el proceso de uberización alimentan la temporalidad y la parcialidad, asegurando así una gran coordinación entre las temporadas de paro y formación convalidable. Por la otra, la flexibilización de los itinerarios formativos y curriculares debe verse como el acercamiento entre las formas del trabajo y la formación. Las consecuencias sociales de todo este proceso no van a ser solo el empobrecimiento y la tendencia a la baja de las condiciones laborales, sino que van a emerger aún más problemas de salud mental. Y, con las características actuales del trabajo, no es una cuestión que pueda dejarse al margen del transcurso de la vida social, generando nuevas brechas en un sistema cada día más caduco.
La conclusión es clara: la juventud obrera y popular tenemos una responsabilidad ineludible para con nuestra clase. Solo la acumulación de fuerzas en las organizaciones combativas y de base, una orientación política clara y un trabajo contra la propaganda del gobierno socialdemócrata pueden acercarnos a imponer las medidas que verdaderamente necesitamos.
El último 6 de mayo se dieron los primeros pasos en las calles con concentraciones que dejaban clara la opinión de la Comunidad Educativa ante el anteproyecto de RD de Ordenación de las Enseñanzas Universitarias (el Decreto Castells) y, en general, avisaban de que si debe haber guerra por la educación pública la va a haber.
Ahora, pocos meses después, es momento de dar continuidad a la lucha estudiantil y al trabajo por la unidad de la Comunidad Educativa para la defensa no sólo de nuestra educación, sino del pueblo trabajador y las capas populares en su conjunto. Porque los reformistas nos dirán lo que no es posible, pero de lo posible se sabe demasiado. Los comunistas tenemos claro que nadie puede detener a quienes tenemos clara nuestra condición, que lo imposible se desdibuja y “el mañana” se aparece ante nosotros hoy mismo. Y, para ello, no hay camino distinto que el de elegir lo necesario.