Empezamos reconociendo lo difícil que resulta sintetizar en un artículo las injerencias contra Cuba Socialista para llegar a la conclusión del multifacético y constante ataque durante estas seis décadas de revolución por parte de las potencias capitalistas, principalmente los Estados Unidos, a tan sólo noventa millas del país caribeño, pero también por parte de otros países de la Unión Europea y Latinoamérica.
En una primera etapa, caracterizada por una injerencia abierta, nos encontramos acciones imperialistas de violencia directa. Entre alguna de estas acciones, destaca la agresión militar por grupos mercenarios con cobertura por parte de los Estados Unidos que culminaba en la fracasada invasión de Playa Girón en 1961. Se incluyen dentro de este apartado la guerra biológica a través de la introducción por parte de la CIA de plagas que afectaron a la ganadería porcina y la caña de azúcar cubana, provocando daños a la salud y muertes a través del dengue hemorrágico. Además, han sido constantes los atentados contra dirigentes cubanos, incluidos los más de seiscientos intentos de asesinato a Fidel, pero también contra diplomáticos, o la colocación de bombas en alojamientos turísticos en Cuba causando la muerte de un turista italiano en 1997 con el objetivo de socavar una de las fuentes de divisas del país.
A nivel de guerra económica, en el apartado de injerencias más sutiles e invisibles, se encuentra el bloqueo que, desde el inicio de la Revolución, los Estados Unidos imponen a Cuba. No sólo es que Cuba no pueda comerciar con EE.UU., el mayor y más cercano mercado, sino que a través de leyes como la Helms-Burton, el bloqueo afecta a personas de terceros países para evitar que establezcan relaciones comerciales con la isla. Estas políticas se intensificaron con la administración Trump y actualmente son mantenidas por el demócrata Biden con la aplicación de más de doscientas medidas, entre las que destaca la limitación de viajes, no sólo a ciudadanos cubanos residentes en EE.UU., sino también a los turistas norteamericanos, la prohibición de envío de dinero a Cuba mediante remesas y la persecución de las operaciones financieras internacionales de las entidades bancarias cubanas con terceros países.
Esta injerencia no tiene su origen sólo en los Estados Unidos. La Unión Europea utiliza la retórica de los derechos humanos y la condena de la represión policial en un ejercicio de doble moral que pasa por alto lo que sucede en sus países miembros. Las provocaciones continúan con la invitación a opositores a actos en embajadas de la UE en la isla, a intervenir en el Parlamento Europeo o en la entrega de premios a opositores, con sus cheques de miles de euros, por la supuesta defensa de los derechos humanos. La injerencia española hacia la isla, vivió su punto más álgido al estilo Mortadelo y Filemón con el caso de Carromero, militante de las Nuevas Generaciones del PP que fue detenido en 2012 en Cuba y condenado por homicidio imprudente tras el accidente de tráfico mortal de un opositor al que le entregaba dinero.
Esta guerra multifacética se intensifica en periodos en los que la economía cubana se encuentra más afectada. Así durante el periodo especial en la década de los noventa, cuando Cuba atravesaba dificultades y se adaptaba a los cambios como consecuencia de la desaparición de la Unión Soviética, fueron constantes las provocaciones mediante violaciones del espacio aéreo cubano por parte de las avionetas de Hermanos al rescate y los llamamientos desde EE.UU. a la salida del país de cubanos en la que se privilegiaba con la residencia estadounidense si la llegada era por medios ilegales– hay que destacar la diferencia del tratamiento que EE.UU. da a otros migrantes en su frontera sur, a los que condena a una travesía con alto riesgo para sus vidas.
La crisis económica mundial que aceleró la pandemia del COVID 19 está afectando a la isla, que consiguió retrasar sus consecuencias durante el 2020 pero en los últimos meses ha experimentado un repunte en la incidencia y mortalidad. Esta difícil situación ha sido el escenario elegido para que desde el exterior se intensificara la injerencia por medio de una guerra no convencional, estrategia ya utilizada en la desestabilización de otros países, mediante la combinación de la acción de grupos mercenarios y la intoxicación en redes sociales con noticias falsas y la multiplicación de su alcance mediante bots – aplicaciones automatizadas para generar miles de repeticiones en redes sociales-. Estas acciones en redes sociales están destinadas a generar un sentimiento de malestar entre los cubanos tanto residentes en la isla como en el exterior.
Esta guerra no convencional contra Cuba engloba acciones para la promoción de líderes opositores pagados por fondos norteamericanos, lo que constituye un auténtico acto mercenario, y la promoción y sustento económico de supuestas agencias de prensa independientes que bombardean a las masas para generar un ambiente hostil en el interior de Cuba y en el exterior.
Además, la guerra cultural es otro de los aspectos de la injerencia contra Cuba mediante la cual los monopolios de la industria artística controlados por capitalistas, algunos de origen cubano y residentes en Miami, manipulan y moldean a artistas que supuestamente expresan libremente su oposición a la revolución cubana.
A pesar de todas estas injerencias, el pueblo cubano con su Partido Comunista a la vanguardia ha sido capaz de resistir los intentos del imperialismo por destruir la revolución.