Los gobiernos capitalistas, los periodistas a sueldo del capital y el departamento “feminista” de la burguesía derraman amargas lágrimas ante la suerte de las mujeres en Afganistán, tras la retirada de las fuerzas yanquis ordenada por Biden con el doble objetivo de concentrar sus fuerzas en la región del Pacífico y desestabilizar el Asia Central. Pero nos tienen acostumbradas a que la sensibilidad de los medios del capital sea altamente selectiva.
Los mismos gobiernos que tanto se preocupan por los Derechos de las mujeres exportan armas y municiones a Arabia Saudí sin que parezcan importar las ejecuciones, torturas y mordazas en ese país aliado y lacayo.
No parece doler tanto la muerte, la miseria y la devastación que la guerra de rapiña ha llevado a las mujeres palestinas, a las sirias, a las refugiadas que huyen del hambre y de la guerra imperialista.
En estos países devastados por la guerra y la codicia del capital, por las invasiones de la OTAN salvadora de la democracia y la libertad, muchas mujeres se tuvieron que convertir de la noche a la mañana en el sostén de la familia tras la muerte de sus padres, maridos o hijos. Huyen de las zonas ocupadas con sus hijos y lo poco que pueden cargar. Se refugian en sótanos durante semanas, carecen de la asistencia médica más elemental, de agua potable y de alimentos. En el campamento de refugiados de Al Hol, en Siria, miles de familias vivieron meses o años por no tener a dónde ir. Especialmente vulnerables son las mujeres embarazadas atrapadas en los conflictos bélicos desatados por el imperialismo. Desnutridas, sin acceso a servicios de obstetricia, durmiendo algunas con lactantes a la intemperie sólo protegidas del frío y la lluvia por mantas colgadas en las vallas.
Bajo la ocupación del estado terrorista de Israel se violan los derechos humanos individuales y colectivos de las mujeres, se destruyen sus hogares, se viola su derecho de residencia, sus hogares, su libertad de movimientos, su unificación familiar, se violan todos sus derechos; se viola también a las mujeres.
Pero todo esto no ocupa la primera plana de los medios. Nos cuentan de Afganistán. Pero tampoco de Afganistán nos lo cuentan todo. Sí nos hablan de los siniestros talibanes, pero no del hecho de que este movimiento oscurantista accedió al poder tras la intervención de los USA, la OTAN de la que España es miembro y el resto de sus aliados imperialistas, y que este movimiento contó desde el comienzo con el respaldo de los Estados Unidos y otras potencias capitalistas. No nos cuentan que la intervención de la OTAN arrojó el saldo de más de 10 mil mujeres y hombres civiles muertos y hundió al país en el hambre y la miseria. Presentan a la OTAN como salvadora de los derechos de las mujeres y ocultan el hecho de que los grupos muyahidines que dieron origen a los talibanes fueron financiados y adiestrados por los Estados Unidos para sofocar la Revolución Popular y el apoyo militar soviético.
Nazanín Armanian decía “que Afganistán era un refugio para los terroristas” y que la OTAN tenía la “misión de salvar a las mujeres”, ideas que estaban al servicio de la agresión a este país: por un lado, los terroristas no necesitan un país-refugio y pueden organizarse en un piso en cualquier país del mundo; por otro lado, la segunda mentira (la OTAN salvando a las mujeres) parece una mala imitación del argumento de La Ilíada, en el que los griegos, bajo el pretexto del rescatar a Helena, secuestrada por el Príncipe de Troya, la invaden con la intención de saquearla, sembrar el terror y la muerte: la realidad es que Afganistán es el país más estratégico del mundo para EEUU
¿Cómo podían acabar con la violencia machista si la propia guerra es la máxima expresión de dicha violencia?
La instauración de la República Democrática de Afganistán supuso un duro golpe para los “intereses vitales” de los Estados Unidos aún no recuperados de la derrota frente al Vietcong.
Algo diferente supuso para las mujeres: construcción de escuelas, ambulatorios, hospitales, viviendas sociales; sanidad y educación gratuitas y universales; creación del Consejo de Mujeres, para los servicios sociales y asistencia gratuita a las mujeres por primera vez en la historia del país; separación de la religión del Estado, y sustitución de los tribunales religiosos por civiles, liberando a las mujeres de las leyes arcaicas; alfabetización en masa de las mujeres, cursos de formación profesional para mujeres incluyendo mecánica de automóviles; promoción de las mujeres a altos cargos políticos; creación de miles de puestos de trabajo para las mujeres, con guarderías incluidas, y permiso de maternidad de tres meses con salario; elevar la edad nupcial para las niñas de 8 años a 16; declarar nulos los matrimonios forzosos, y prohibir el «baad», la entrega de una hija para solucionar una disputa o deuda de la familia; legalizar la libertad de no llevar el velo.
En 1986, cerca de la mitad del personal sanitario y educativo, y el 15% de los periodistas eran mujeres. Hubo 7 mujeres diputadas, y miles en las fuerzas armadas y en las Brigadas de Defensa de la Revolución, protegiendo sus conquistas de los ataques de los Muyahedines financiados con 3.000 millones de dólares de la CIA.
Esta es la verdadera historia de las mujeres afganas y de las conquistas de la revolución popular liquidadas por la intervención de las potencias capitalistas, sus gobiernos títeres y los grupos y fuerzas reaccionarias y oscurantistas propiciadas y alentadas por el imperialismo para el cumplimiento de sus oscuros intereses económicos y geoestratégicos.