A finales de este mes de julio se cumplen 100 años del llamado Desastre de Annual. Un aniversario que pasará desapercibido en la opinión pública, las vergüenzas nacionales tienden a esconderse debajo de la alfombra. Por eso corresponde airear el pasado y mostrar lo que pasó. Una dolorosa derrota del ejército colonial español de la que podemos sacar valiosos aprendizajes, tanto de su contexto histórico como por las profundas repercusiones políticas que tuvo. Analizarlo en perspectiva e hilando hechos nos permite entender muchos rasgos de la actualidad política.
Orgullo nacional herido. Corría 1898 cuando en el malecón de la Habana se coloca la última carta que hunde el castillo de naipes en el que se había convertido el otrora glorioso Imperio español. Del pasado donde no se ponía el sol no quedó nada, sólo el sol. Los abascales del momento se rasgaron las vestiduras. Unos buscaron regenerar la nación, otros sacar a relucir nuevas, y los de siempre siguieron mirando perplejos la caída de un imperio grandioso que nunca les representó. La pérdida de las colonias fue el fiel reflejo de una país en crisis. El olor a derrota era el de la pobredumbre de un cadáver. Urgía construir y regenerar los mitos nacionales. Las aventuras coloniales en el norte de África fueron la excusa perfecta.
España era un león viejo, herido, famélico de sangre, pero carecía de lo fundamental, los dientes y las garras. En 1906 ese león intentó recuperar sus intereses coloniales en la Conferencia de Algeciras y consiguió hacer valer sus pretensiones en la explotación de recursos minerales en el norte de África. En 1912, en Fez, se firmó con Francia el acuerdo para crear el Protectorado español en el norte de África. Desde entonces la presencia militar española era numerosa pero muy arcaica, con diversas plazas fuertes y con intereses económicos evidentes para un país todavía agrícola. De sobra son conocidos los negocios del rey Alfonso XIII en las explotaciones mineras del Rif. Un país que entraba en el s. XX exhausto de siglo XIX, un siglo lleno de golpes de estado, guerras y procesos inacabados. Llegaba dispuesto a librar una guerra colonial a cualquier precio.
El odio popular al rey. El precio de la guerra lo ponía la Compañía Española de Minas del Rif que tenía el monopolio de la explotación de hierro en la zona. Sus principales accionistas eran la oligarquía del país, aristócratas, empresarios, militares, políticos…entre ellos destacaba Alfonso XIII. El rey soldado, tremendamente impopular y que no escondía su predilección por lo militar y sus intereses en Marruecos. Las derrotas se suceden desde 1909 y los beneficios de guerra también. Antes de la derrota de Annual en 1921 ya se acumulaban miles de muertes y millones en manos de los accionistas. Annual fue la punta del icéberg que precipitó el cambio; el giro reaccionario con Primo de Rivera. Esto permitió que entre el pueblo se empezase a fraguar una futura República al calor de la lucha de clases.
Un ejército de parias. El clasismo en las levas del ejército español era evidente. Los ricos querían una guerra colonial porque necesitaban enriquecerse pero sus hijos no iban al Riff a luchar por la patria. La llamada Semana Trágica de Barcelona en 1907 fue un buen ejemplo de esa ira popular a un ejército en el que sólo morían los pobres para defender las minas de los Güell, Romanones, etc. El ejército se nutría de parias pero no defendía al pueblo, sino a la oligarquía. Así se entiende gran parte del popular antimilitarismo en España.
El sector africanista. Franco, Sanjurjo, Kindelán, Varela, Queipo de Llano…la humillante derrota en Annual alentó el mito del sector africanista en el ejército español. En el sector africanista, enfrentado a los juntistas desde hacía años, se creó una visión mesiánica de España ligada a la recuperación de la gloria del viejo Imperio. Una visión donde los militares y la ultraderecha imponen la visión de España. La mayoría de los militares golpistas en 1936 forjaron su carrera en África luchando contra las tribus rifeñas. Incluso se hablaba de la “baraka” una supuesta suerte de orígen divino atribuída a Franco. La humillación de Annual fue la herida que aglutinó a los futuros golpistas y espoleó el nacionalismo.
El miedo al comunismo. A pesar de la debilidad del comunismo español en el verano de 1921, en ese momento dividido en dos, hubo una intervención política contra la guerra colonial en Marruecos. El miedo a un comunismo todavía embrionario era tal que autores hablan de que los primeros miedos de Franco al comunismo se forjaron en Marruecos. Llegó a decir que Abd-el Akrim contaba con el apoyo de comunistas entre sus filas, idea que se afirma en informes militares de la época.
La derrota de Annual en 1921 no fue tan sólo una simple humillación para el ejército colonial español, tuvo repercusiones políticas e históricas de profundo calado, al igual que la propia Guerra de Marruecos entre 1909 y 1927.