Hace dos números, en las páginas de Nuevo Rumbo publicábamos un análisis sobre las elecciones en Israel y cómo éstas ejemplificaban, precisamente, las disensiones existentes entre los distintos sectores capitalistas —representadas por los distintos partidos políticos— de cómo modernizar el Estado, teniendo estos sectores sólo una cosa en común: la crueldad con la que se trataba no sólo a los palestinos, sino a los propios ciudadanos israelíes, cuyos problemas son completamente ninguneados en el complejo panorama político de la entidad sionista.
No era nuestra pretensión volver a abordar este tema en este número de junio pero, por desgracia, la actualidad manda y, de nuevo, tenemos que hablar de Israel. O, concretamente, del papel de Israel en los territorios ocupados de Palestina, que a la hora de redactar estas líneas ya se traducía en la muerte de 220 palestinos y de 10 israelíes en el mayor ataque contra los territorios ocupados desde 2014, aparte de más de 1530 civiles palestinos heridos. Unas cifras que sin duda habrán sido tristemente superadas para cuando se publique este artículo, especialmente entre la población civil palestina.
Resulta difícil establecer, entre el ruido mediático, qué está sucediendo. A grandes rasgos, la cronología viene a ser la siguiente: las fuerzas israelíes instalan barricadas, en pleno mes de Ramadán, para “evitar aglomeraciones” de la población musulmana —cabe recordar que la población musulmana ha sido la gran abandonada a su suerte en los tan alabados planes de vacunación israelíes—, los musulmanes comienzan protestas contra estas barricadas y, pese a conseguir quitarlas, siguen las protestas por el desalojo forzoso de más de 50 palestinos a instancias de colonos judíos —aprovechamos para denunciar las infames decisiones de EE.UU. con respecto a Jerusalén, que son indirectamente la causa de una nueva especulación urbanística en la parte ocupada de la ciudad—, que llevan a una brutal represión de la policía israelí. A partir de aquí, comienza la polémica de los misiles: según Hamas, envían unos 140 misiles contra poblaciones israelíes en represalia por un bombardeo israelí; según el gobierno israelí, se envían miles de misiles a los que se sienten “obligados” a responder con bombardeos aéreos y disparos de artillería. Varios de los misiles, por cierto, caen sobre territorio palestino.
Este escenario de violencia comienza a dos semanas de las primeras elecciones parlamentarias en Palestina desde 2006, en las que las encuestas prevén un cambio electoral al dar la victoria de Fatah —el partido del actual presidente, Mahmoud Abbas— sobre Hamás —que gobierna de facto en la franja de Gaza—, pero con uno de cada cinco votantes aún indecisos y una mayoría —52%— de palestinos que consideran que las elecciones, en las condiciones actuales de ocupación, no pueden ser justas. Habrá que ver cómo condiciona la violencia a las elecciones palestinas del 22 de mayo.
En el lado israelí, la campaña electoral de marzo sirvió para hablar mucho de Palestina y, como tónica general, para presentar propuestas encaminadas a acabar con el conflicto de una forma satisfactoria para Israel. Traducción: para la mayoría de los partidos burgueses, es hora de ocupar lo poco que les queda pendiente de Palestina. Dos meses después, siguen las negociaciones para elegir un Primer Ministro tras fracasar Netanyahu en una primera ronda, pero la estrategia de dos de los tres candidatos —Bennett y el propio Netanyahu, que está actuando actualmente como Primer Ministro interino— se decantan públicamente por esta línea de profundizar en el conflicto. El conflicto, independientemente de que siga por la violencia actual contra la población palestina o se relaje por momentos, va aún para largo. Mientras, EE.UU. seguirá “protegiendo sus intereses” a base de 38.000 millones de dólares en armamento para el estado hebreo, como ya anunció la “vicepresidenta del cambio” Kamala Harris.
Una última cuestión a reseñar es el papel de los medios y los políticos occidentales. Si bien el blanqueamiento al estado de Israel suele ser constante, las cotas que se están alcanzando por parte de la propaganda para justificar el nivel extremo de violencia de las fuerzas de ocupación, presentando la situación como un “conflicto”, como si se tratara de una lucha entre iguales, sobrepasan por completo el hooliganismo. Las cuentas de redes sociales con un claro sesgo pro-israelí han aumentado fervientemente su actividad llevando a cabo un claro ejercicio de revisionismo a la cuestión histórica, difundiendo las vomitivas imágenes de miles de ciudadanos israelíes festejando el incendio de la mezquita de Al-Aqsa o los bombardeos sobre la franja de Gaza —como quien celebra un gol de su equipo de fútbol—, presentando las acciones militares de Israel como “autodefensa” y acusando a los críticos de “antisemitismo”. Y la lista de políticos españoles que defienden las medidas tomadas por el gobierno interino israelí cada vez es más pronunciada, incluyendo a ya históricos políticos patrios como Girauta, Toni Cantó o Santiago Abascal.
De nuevo, toca de hablar de Israel. Lo hacemos porque se debe condenar con firmeza a un estado imperialista que busca beneficios pisoteando a todo un pueblo. Los palestinos tienen derecho a no ser asesinados ni arruinados en nombre del imperialismo, y también a construir su estado sin injerencias de otros países que se benefician igualmente del saqueo. Y seguiremos haciéndolo las veces que haga falta.
José Reguera