Si hay algo que saben hoy en día los universitarios sobre la vuelta a las aulas, es que no hay nada claro. La incertidumbre es un hecho y parece haber venido para quedarse, tal y como afirma el propio ministro de universidades Manuel Castells (UP). Ministro que ha estado fuera de combate durante meses y que cuando ha comparecido públicamente no ha dejado indiferente a nadie, con frases célebres como:
«Cuando empezó el estado de alarma se fueron a lugares más divertidos que donde estudiaban (…) Problemita: ahora llegan los exámenes»
Faltan calificativos para describir al señor ministro, que parece estar completamente desconectado de la realidad diaria de los universitarios. Al iniciarse el primer periodo de confinamiento, de solo 14 días, todas las clases se cancelaron y los estudiantes abandonamos las aulas para volver con nuestras familias y apoyarnos mutuamente durante aquellos momentos tan duros y cargados de estrés. El “problemita” real, fue que ni desde el ministerio ni desde la administración universitaria se ofreció ningún plan de acción cuando los 14 días se convirtieron en 28 y finalmente en todo lo que restaba de curso. Todo lo contrario, el señor ministro negó los problemas derivados de la pandemia y la realidad material de los hogares de extracción obrera y popular, dejando entender algo así como que los estudiantes nos quejábamos sin razón. Castells afirmo de forma clara que: «La brecha digital no existe”.
Castells nos quiere convencer de que en aquellos hogares donde toda la familia comparte uno o dos ordenadores, los estudiantes tienen las mismas facilidades y dificultades que en aquellos hogares donde cada miembro tiene acceso en todo momento a un ordenador personal. La situación es especialmente grave cuando recordamos que en aquellos casos donde nuestros padres no perdieron el trabajo, pasaron a trabajar telemáticamente, utilizando los PCs familiares durante el horario escolar.
El eclecticismo por parte de la administración ha sido constante, durante el verano no hemos recibido noticia alguna de la estructuración del curso y de cómo viviremos la nueva normalidad en las aulas. Nos han dicho que la mayoría estaremos en régimen “semipresencial”. ¿Pero, qué quiere decir esto? Una gran pérdida de recursos materiales (biblioteca, ordenadores, aulas de estudio, laboratorios, profesorado…), sin ninguna reducción en el precio de la matrícula. Además de una modificación de los criterios de evaluación y del calendario académico sobre la marcha, provocando, como ya se vio el curso pasado, una descoordinación enorme entre los diferentes departamentos de una misma carrera, lo que dificulta, en gran medida, poder seguir las clases con regularidad.
¿Qué medidas se han tomado por parte del ministerio para garantizar una vuelta segura a las aulas? Ninguna especial; se han adoptado las medidas higiénicas obligatorias para espacios públicos, pero más allá de eso, se siguen delegando todas las competencias pertinentes a las propias universidades, desencadenando en que haya centros donde apenas se tomen medidas límite, priorizando la supuesta normalidad por encima de la seguridad de los estudiantes y trabajadores, sin que esto suponga algún problema a nivel institucional. “No hay plan B” asegura el ministro, pero tampoco ha habido un plan A, dependemos única y exclusivamente de nuestra propia organización a pie de aula, junto al PDI y el PAS, luchar codo con codo para que la universidad no solo sea un espacio seguro y funcional.
¿Qué ha estado haciendo el ministerio de universidades, en vez de preparar el curso? Hace un par de semanas presento una propuesta de estatuto del Personal Docente e Investigador (PDI), un borrador con el que supuestamente pretende acabar con la precariedad del profesorado y que sin embargo se ha formulado a espaldas de los sindicatos y de la comunidad educativa. Nada nuevo en un horizonte que ya conocemos, el estatuto nos acerca aún más a la privatización de la pública, devaluando la figura del profesorado y empeorando sus condiciones laborales. Manuel Castells un lobo disfrazado de socialdemocracia, que no le tiembla la voz al alabar un modelo educativo a la americana, flexible y más accesible para los monopolios. Los ataques a la educación pública no son nuevos y en periodos de crisis son constantes, los hijos e hijas de la clase obrera no podemos depositar ningún tipo confianza en un gobierno “progresista” que nos ataca en la calle y en las aulas. Se vistan de rojo o de lila siguen siendo lacayos del capital, que solo aspiran a lo posible. A nosotros nos toca elegir lo necesario.