La base de un ilusionista es saber centrar la atención del público en aquello no importante para que la mano del mago pueda hacer y deshacer a voluntad sin que el resto se dé cuenta. La mano izquierda gesticula sobreactuadamente para captar la atención del público mientras la derecha hace movimientos sutiles que consiguen el engaño del que es objeto el truco. Nuestro apreciado gobierno de izquierdas, sin capacidad ni voluntad de satisfacer las necesidades de la mayoría obrera y popular, se ha enfundado su frac y su capa y está dispuesta a tenernos unos años entretenidos con sus mejores trucos, retransmitidos en directo, por supuesto, por toda la ristra de medios de comunicación a su servicio.
El truco del gran ilusionista Pablo Iglesias en esta temporada es el Ingreso Mínimo Vital (IMV), la famosa renta mínima que supuestamente pueden cobrar desde junio las familias en situación de pobreza extrema. La medida fue anunciada a bombo y platillo como algo único, casi revolucionario y gracias solamente a la presencia de PODEMOS en el gobierno. Es la medida estrella con la que justifican la frase: “gracias a este gobierno, nadie va a quedar atrás”. En la mano izquierda todo es gesticulación, fuegos de artificio y confeti. Pero los comunistas ya hemos visto pasar muchos ilusionistas por nuestras vidas y tenemos esa manía del descreído aguafiestas que siente la necesidad de centrar su atención en la mano derecha del mago. ¿Qué hace esa mano derecha?
En primer lugar hay que decir que en mayoría de países occidentales ya existe una renta mínima, y en segundo lugar, que también existe ya en diversas comunidades autónomas con percepciones en ocasiones bastante superiores a las que ahora ofrece el gobierno central. Tratar de vender el IMV como algo único y casi revolucionario gracias a la presencia de Pablo Iglesias en el gobierno es pura propaganda.
Pero vamos a analizar el alcance real de la medida. El gobierno difundió orgulloso que el IMV llegaría a 850.000 hogares (2.3 millones de personas). El coste previsto anual es de 3.000 millones de euros. Esto implica una estimación de 294 euros mensuales por hogar. Teniendo en cuenta que la percepción mínima es de 462 euros por hogar, nos la están colando de alguna manera.
En agosto el gobierno informó que había recibido 830.000 solicitudes, es decir, una cifra muy similar a la que habían previsto. En cambio, debido a múltiples factores, sólo se han otorgado un 55% de las peticiones gestionadas. Un 55% de los 850.000 hogares son 467.500, que si le asignamos la renta media que tiene previsto darse, coinciden con los 3.000 millones previstos. Ahora sí, la cosa cuadra. El truco está en que el gobierno ya tiene previsto de antemano que solamente se van a otorgar la mitad de lo que anunció. Se va a llegar a unos 467.500 hogares. Teniendo en cuenta que en 2017 las distintas rentas mínimas de las Comunidades Autónomas llegaron a 468.000 hogares, quiere decir que, en la práctica, la medida estrella del gobierno simplemente se va a limitar a unificar las distintas rentas mínimas que ya existen en un único concepto estatal. El alcance expansivo de la medida es nulo, y esto es tremendamente preocupante en un momento en que acaba de estallar una brutal crisis económica y que mucha más gente va a hundirse en la pobreza extrema.
Es una auténtica vergüenza que en 3 meses el gobierno solamente haya resuelto el 17% de solicitudes que ha recibido (sólo con un 55% positivas como hemos dicho), gastando de momento unos irrisorios 150 millones de euros. Es una vergüenza las enormes trabas burocráticas que se están imponiendo, tal como denuncian los sindicatos. Y es una vergüenza mayor cuando lo comparamos con la agilidad y rapidez con la que el gobierno puso a disposición de las empresas un paquete de créditos por valor de 10.000 millones de euros y que se ofreció y gastó en una semana. Para la mano derecha no hay trabas burocráticas ni dilaciones, hay gestión eficaz en beneficio de la clase dominante. Por eso agitan mucho la mano izquierda, y tanto la prensa de “izquierdas” como de derechas, ponen el zoom donde se genera la confusión. Pero es el momento de empezar a mirar allí donde importa, es el momento de aguarles la fiesta, porque mientras nos tienen embobados mirando la función nos están robando la cartera.