O ellos, o nosotros

Vuelve el curso político (y escolar) cargado de certezas y de algunos interrogantes. La segunda ola de la pandemia del coronavirus ya está aquí, adelantándose a las previsiones y cálculos realizados antes del verano. La crisis capitalista destapada por la pandemia de suma gravedad, y las medidas que adoptó el Gobierno socialdemócrata en primavera bajo la idea de que estábamos ante una crisis corta y rápida (la “crisis en V”) no evitarán el empeoramiento generalizado —todavía más— de las condiciones de vida y trabajo de la mayoría de la población.

El escenario macroeconómico para lo que queda de año pinta muy mal. A pesar de que ha quedado claro que la prioridad gubernamental era la economía – y no la salud -, el golpe que ha recibido el PIB español tras el fracaso de la temporada turística viene acompañado de otros datos a la baja en indicadores como las exportaciones, mientras repuntan las horas extras sin pagar o los ERTE comienzan paulatinamente a transformarse en despidos masivos.

En esta ocasión, a Pedro Sánchez no se le ha ocurrido todavía hablar de “brotes verdes”, pero sí ha intentado convencernos de que venía una lluvia de millones de la Unión Europea tras la cumbre europea celebrada a finales de julio. Estos millones nunca fueron gratis, y tampoco serán para amortiguar los efectos de la crisis, sino para tratar de adaptar y modernizar el capitalismo español para que pueda cumplir más eficazmente el papel que le viene asignado por su pertenencia a la UE. Al mismo tiempo, hemos conocido a finales de agosto que las “ayudas” europeas para financiar los ERTE con que los gobiernos han sostenido a las empresas durante estos meses son préstamos que hay que devolver con intereses. Mientras, el déficit y la deuda pública siguen creciendo, destinándose miles de millones a sostener al capital monopolista en diversos sectores, como el de las aerolíneas. Mientras, se racanea en la contratación de personal educativo y sanitario, agrandándose la brecha de clase a todos lo niveles.

Quieren que paguemos esta crisis con nuestra salud y con nuestros derechos. La regulación del teletrabajo supondrá un nuevo golpe a los derechos laborales, que se sumará a todas las medidas que se han ido introduciendo —y están para quedarse— en el ámbito laboral. Nos quieren más explotados y más divididos. Así creen que podrán salir de la crisis de su sistema.

Las crisis son propias del sistema capitalista, son fruto de la dinámica del sistema, y bajo el capitalismo no se pueden evitar. Esto es así se pongan como se pongan los teóricos y los defensores del capitalismo. Da igual lo grande que sea la montaña de propaganda, los hechos hablan por sí solos y únicamente hace falta tener un poco de memoria para ver quién sale ganando y quién perdiendo tras cada crisis.

Es necesario, por tanto, situar el horizonte no sólo de la superación de la crisis, sino de la superación del sistema que la genera, aprovechando para denunciar como corresponsables de sus consecuencias a todas aquellas organizaciones, especialmente las políticas, que defienden el mantenimiento del capitalismo y que, a lo sumo, únicamente plantean pequeños cambios cosméticos en la gestión del mismo.

En nuestra sociedad, las alternativas son dos: o capitalismo o socialismo, no hay términos medios. Socialismo o barbarie, en palabras de Rosa Luxemburgo.

Lamentablemente, el escenario político y social español no está polarizado sobre estas dos alternativas, sino sobre las diferentes opciones de gestión capitalista. Así, nuestra clase y nuestro pueblo están permanentemente atrapados en dilemas sobre qué fuerza capitalista es capaz de gestionar mejor, o qué políticas de defensa del capitalismo son más o menos lesivas para los intereses de la mayoría. Esta polarización sobre claves capitalistas es sumamente peligrosa y es responsabilidad nuestra poner todos los medios para transformarla en una polarización que se dé en términos de clase, en términos de explotadores y explotados, porque de lo contrario siempre salen beneficiados los explotadores.

La moción de censura anunciada por VOX a finales de julio forma parte de ese teatro que es la política burguesa. De forma similar a la moción que planteó Podemos en 2017, a sabiendas de que no hay posibilidad alguna de éxito, su objetivo es tratar de ganar espacio en la disputa dentro de uno de los bloques en que se dividen las fuerzas capitalistas, en este caso el bloque liberal-conservador, del que Vox es el ala más radical. Con esta moción, VOX aspira a presentarse como alternativa al PP, presentando el programa de máximos de la burguesía española.

La agudización de la crisis, en un contexto mundial cada vez más conflictivo, es el caldo de cultivo en el que es factible que las tendencias cada vez más reaccionarias, también de corte fascista, se vayan fortaleciendo. Esta situación es sumamente peligrosa si no se responde con un grado de radicalización de la clase obrera que rompa de una vez por todas con la socialdemocracia y con la política del mal menor.

La política capitalista española ha quedado perfectamente retratada en el “acuerdo” entre Gobierno central y Comunidades Autónomas para el inicio del curso escolar. Medidas sin efectividad, discusiones competenciales que terminan en que ninguna administración asume la responsabilidad, improvisación, responsabilización a las familias y a las plantillas de los problemas que puedan surgir, adopción de medidas sin aportar los medios para cumplirlas… y al final un sálvese quien pueda ante el que tienen todas las de perder las familias trabajadoras, las plantillas y el sistema escolar público.

Los capitalistas y sus gobiernos nos quieren hacer pagar su crisis. Nosotros tenemos que organizarnos para que esta crisis sea la última. Es o ellos o nosotros. Siempre lo ha sido.

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