Tiempo llevaba Alcoa diciendo que, como industria electrointensiva, la tarifa eléctrica era un hándicap para su permanencia. Hasta tal punto que consiguió que sus trabajadores apearan temporalmente sus reivindicaciones laborales para incorporarse al coro de la empresa en la petición de una rebaja al precio de la energía eléctrica. Las multinacionales últimamente nos han acostumbrado a que no son rentables salvo si se les subvenciona con parte de los insumos y además se les reducen las cotizaciones a la seguridad social, ante lo que ya aprovechan y directamente entran a degüello en la negociación a la baja de los salarios de convenio.
Pero nada es suficiente, en un proceso de dudosa transparencia se deshizo de sus plantas en A Coruña y Avilés, que pasaron a denominarse AluIbérica, a un fondo de inversión cuyo objetivo real se ha demostrado que era servir de testaferro para un cierre a plazos. En cuanto a su tercera planta, dedicada a la producción de aluminio primario ha tardado poco en anunciar la reducción de 500 puestos de trabajo, lo que supone en la práctica abocarla al cierre.
Alcoa quería deshacerse por motivos de rentabilidad accionarial de sus tres plantas en España, nada influye en su decisión el que se le haya malvendido lo que fue una empresa estatal (Inespal), las subvenciones recibidas durante años, la rentabilidad social o el carácter estratégico del sector para nuestra economía. Alcoa hace lo que hacen las multinacionales, calculan la rentabilidad de su capital mientras los gobiernos de turno hablan de la necesidad de industrialización mientras nuestra industria desaparece.
Hora es ya de ser claros y cambiar los objetivos en la lucha. Si es nuestro trabajo debe ser nuestro producto y satisfacer nuestras necesidades. Y eso no se consigue reivindicando condiciones más ventajosas de producción para quien nos explota ni escuchando a quien sólo habla.