Hay ciertas historias que han sido contadas, leídas y filmadas tantas veces que parece que ya lo sabemos todo, que aburren o que sencillamente no nos van a enseñar nada. Todos hemos viajado mentalmente a Auschwitz, hemos sido rapados, vejados y humillados. Nos hemos dejado caer asustados en un catre de madera duro y frío. Hemos llorado y reído, perdido familia y hemos sobrevivido. Nuestros sentidos se han impregnado de toda la miseria posible a través de libros y el cine. Hemos pasado hambre y hemos sido presos víctimas de los nazis en la Polonia ocupada, pero muy pocos hemos sido capaces de vestir el triángulo azul invertido y la S de Spanier en un KL, Konzentrationslager, de Austria. Esta es sólo una pequeña crónica sentimental de los españoles en Mauthausen: una historia de los indoblegables.
Encima de una colina a orillas de un pequeño pueblo de ensueño serpenteado por el Danubio, se construyó uno de los tantos campos de concentración del III Reich. Austria fue anexionada por Alemania en 1938, lo que se llamó Anschluss, y allí en la Alta Austria, en Mauthausen, durante 7 años los propios presos construyeron su propia cárcel o tumba. Da igual cómo lo queramos definir, era una gran extensión de kilómetros de tierra que la muerte arrancó a la vida.
Para los aproximadamente 7500 españoles que pasaron por allí fue morir en vida, su peor pesadilla. Dachau, Buchenwald, Ravensbruck, Sachsenhausen y así hasta 10 más, donde casi 9500 españoles sufrieron humillaciones y torturas. La mayoría fueron asesinados y se tiene constancia de que sobrevivieron unos 3800. Mauthausen fue el “campo de los españoles”. Las cifras aumentan y se agolpan en paralelo a nuestra sensación de barbarie. No son fijas, ni definitivas, hay mucho por investigar.
El microcosmos concentracionario creado por el III Reich era sofisticado, complejo y debe ser motivo de estudio histórico, no de una pequeña crónica. Diferentes tipologías de campos, presos, administraciones, rangos y jerarquías creadas para garantizar la supremacía del Imperio de los 1000 años. Al adentrarse en él, uno pierde la noción de lo humano. Toda una maquinaria que no cabe en una descripción en pocas palabras. En el caso de Mauthausen era el “campo madre” del que dependían numerosos subcampos (Kommandos) de diferente tamaño y extensión, destacando Gussen, el más grande y que casi era un campo independiente donde la mayoría de los presos no puedieron sobrevivir. Un auténtico cementerio.
Himmler, alto mando de la SS y del Reich, decidió crear en Mauthausen el campo para explotar su cantera de granito, algo habitual en los campos convertidos en pilar de la infraestructura y economía alemana con mano de obra esclava. Su corta historia sirvió para que las SS masacraran a 120.000 hombres, mujeres y niños, de las 200000 personas que pasaron por el campo. Hay casos abrumadoramente superiores pero es difícil matar tanto en tan poco tiempo.
Las playas del Mediterráneo alambradas
En 1939 la ocupación de Catalunya forzó el exilio y la continuación de la lucha contra el fascismo. Al otro lado de los Pirineos, el gobierno francés alambró las soleadas playas del Mediterráneo para recibir al cerca de medio millón de refugiados. Argeles-sur-Mer fue el primer gran campo para unos 100000, pero hubo más campos donde arrastrarían la misma miseria y hambre. Murieron cerca de 35000 personas. Ya por aquel entonces un refugiado era considerado un miserable, en este caso éramos nosotros.
El 1 de septiembre de 1939 todo cambia. Alemania invade Polonia y Francia entiende que su política de apaciguamiento es completamente estéril ante la brutalidad nazi. Busca fortificar su frontera y necesita mano de obra. Los españolitos de las playas son ahora una necesidad para su defensa y se les da principalmente la opción de alistarse en la Legión Extranjera, otras Unidades Militares o las Compañías de Trabajadores Extranjeros. La mayorá irá a las CTE, unos 30000, a construir un muro de hormigón inexpugnable en la frontera norte conocido como “Línea Maginot”. Los nazis tardaron pocos días en arrasar la frontera y dirigirse a París sin encontrar resistencia. En junio de 1940 no había nada inexpugnable para ellos, llevaban años preparándose para la guerra. La pasividad occidental fueron el campo de cultivo de una actividad frenética favorable a los nazis en todos los sentidos. Los españoles detenidos fueron internados como prisioneros de guerra en los conocidos como stalag. Un nuevo campo a la biografía.
«Pueden hacer con esos rojos lo que quieran porque la nueva patria no los considera españoles», estas fueron las palabras que según algunas fuentes pronunció Serrano Suñer ante el Fürher. Era el “cuñadísimo” y Ministro del Interior del primer gobierno de Franco. Sus gestos y ojos no escondieron nada, lo dijo todo, los condenó a todos. A partir del 25 de septiembre de 1940 la RSHA (Oficina Central de Seguridad del Reich) los catalogó de apátridas y esa sería su condición en los campos; apátridas y rojos. La responsabilidad franquista en el destino de las víctimas españolas del nazismo está fuera de toda duda. Es un hecho inapelable.
El 6 de agosto de 1940 los ladridos de los perros y los gritos de los SS recibieron al primer convoy de republicanos en Mauthausen. El viaje de dos días desde el stalag de Moosburg fue terrible. Aturdidos y desorientados no sabían que lo peor está por llegar. Caminaron los 5 km desde la estación hasta el campo, sin saber exactamente dónde estaban y a dónde iban. A partir de ahora se les arrancará su condición humana y serán números, franjas verticales blancas y azules que simplemente caminan e intentan sobrevivir. En sus expedientes figurarán dos letras: NN, (nacht und niebel), noche y niebla, así se definía a aquellos que debían desaparecer sin dejar rastro. El goteo de convoyes al “campo de los españoles” dura meses y no es constante, al igual que a otros campos.
La vida en el campo
Todo prisionero en Mauthausen intentaba luchar por no morir, ese era el objetivo, vencer a la muerte. A su llegada eran rasurados, desinfectados y sometidos a duchas de agua fría y caliente. A diario sufrían una malnutrición paulatina, aguda y constante. La comida era agua sucia a la que llamaban café, un trozo de pan y agua turbia con nabo, algo que aspiraba a ser un caldo. Un trocito de salchicha y cazar alguna patata o zanahoria eran sus pocos alimentos.
Sonaba la campana en torno a las 4:45, de ahí, ingesta rápida de lo que sea, pertenencias y a recibir las instrucción del Kapo que formaría el Kommando para trabajar fuera del campo. Llegaban a las 18.00 o 19.00 de la tarde y se dejaban caer en un catre de madera a intentar no morir de frío. Los supervivientes relatan cómo el objetivo constante es pasar desapercibidos. No ser ni el primero, ni el último, ni en un lado, ni en el otro. No llamar la atención e intentar evitar Gussen y los que acabarían siendo los 186 escalones de la cantera. Ese era el lugar donde durante 12-14 horas tenían mayor posibilidad de que un caprichoso nazi te matase. El lector podrá imaginar que podríamos llenar cientos de páginas contando las inhumanas historias del día a día en el campo, son casi 1700 días siendo torturado. Algunos duraron días, semanas o meses, meses en los que tu vida no se puede catalogar como tal.
Dos serán los Kommandos más conocidos por los españoles, el Cesar (dirigido por un valenciano) y el Porchacher, al servicio de un empresario local, y formado por jóvenes españoles. Este último es importante porque sus presos fueron escondiendo en el exterior los negativos que Francesc Boix, militante del PSUC, iba robando y que Anna Pointner, una civil austríaca miembro de la Resistencia local, iba guardando en un muro. Una cadena humana antifascista difícil de quebrar.
Resistir y organizar
Hay una fecha que dará un vuelco en la historia del campo. El 22 de junio de 1941 es un punto de inflexión. No porque se acercara el inicio del verano, ni porque coincidiera con el inicio de la operación Barbarroja de invasión nazi de la URSS, sino porque las SS planificaron la desinfección del campo. En ese corto espacio de tiempo todos los presos se reúnen, conversan y aprovechan para planificar la organziación y la resistencia. Son muchos los que han muerto, mueren y seguirán muriendo, pero deciden empezar a organizarse. La militancia del PCE decide dar un paso al frente y sientan las bases del Comité Internacional de Mauthausen.
Se organizan para la ayuda mutua, puestos menos duros y más comida para los más débiles, asumir puestos de responsabilidad para evitar muertes, fomentar la solidaridad con otros presos políticos, sabotear la producción destinada al ejército nazi y evitar cualquier tipo de facilidad a las SS. Poco a poco, se teje toda una maraña organizativa que engendra un futuro de esperanza y para que haya condiciones de desarrollo para luchar en todas las condiciones. En palabras de los dirigentes comunistas que sobrevivieron: “mantener la voluntad inquebrantable de esperanza y de combate”. Ardua labor en un espacio construido y pensado para la muerte. Suya es la tarea de sacar los negativos mencionados con anterioridad.
A partir de 1942, llegan noticias de las victorias soviéticas, siempre buenas de aquí al final de la guerra. La organización clandestina se mantiene informada a través de la llegada de comunistas, sobre todo a partir de 1943, que formaban parte de la Resistencia francesa y a través de una radio incautada a las SS dentro del campo. En la primavera de 1944, siempre la eterna primavera, se forma el Comité de Unidad Nacional español compuesto de forma paritaria por CNT, PSOE y PCE. En verano se constituye formalmente el Comité Internacional de Mauthausen y el Aparato Militar Internacional, organización con un rol clave en la liberación del campo en mayo del 45.
La liberación
A finales de abril del 45, el jefe del campo recibe la orden de masacrar a todos los prisioneros. Es ahí, cuando la resistencia en el campo asume un papel protagónico y se desata toda la fuerza asentada en la organización clandestina durante años. Los SS no pueden hacerles frente y huyen. Será la guardia urbana de Viena la que sustituya a las SS y el Comité Internacional invita a que entreguen sus armas. Cuando el 5 de mayo llegan los jeeps norteamericanos a la puerta de entrada se puede uno preguntar si el trabajo de liberación ya está hecho o no. De hecho, el ejército norteamericano reconoce al Estado Mayor del CI que es sólo una patrulla de reconocimiento y que marchan. El campo queda desabastecido, hambriento y bajo la organización de los propios presos durante días. Días que para muchos fueron la muerte tras la liberación ya que al llevar años sin ingerir nada digno, el consumo incontrolado los mató. La historia oficial defiende que fueron los EEUU quienes liberaron el campo pero quedan muchas preguntas por resolver y parece ser que el papel de la organización interna, mayoritariamente comunista, jugó un papel muy destacado. Otro pasaje de nuestra historia que queda por escribir.
Una foto pasó a la historia, icónica, la de la famosa pancarta desplegada por el Comité Internacional recordando la lucha antifascista y saludando a los aliados. Hay otras que no tiene tanto eco, en concreto una fechada el 13 de mayo de 1945 donde posan 16 jóvenes de la Juventud Socialista Unificada (juventud del PCE) con pancarta y bandera elaborada en el campo. Es la mirada, la sonrisa y la actitud serena de la victoria frente el fascismo. Algo imborrable e imperecedero y que costó mucho sacrificio y entereza. Son jóvenes del Kommando Porchacher, esos que escondían fotos, y que resistieron y logaron vencer. A la izquierda, sentado con gorra, hay un joven que no sabe todavía que la historia le reserva un papel en primera fila para seguir señalando a los nazis, es Francesc Boix, el fotógrafo que aportó pruebas claves en los Juicios de Núremberg. Él es el que en los juicios mira a los verdugos sin miedo, con determinación. Él fue nuestros ojos en el campo.
La historia de Mauthausen es una etapa más de la dura lucha contra el fascismo que se inició en España y que continuó en todo el continente europeo. Un eslabón más de una misma cadena que miles de comunistas consiguieron quebrar demostrando que eran indoblegables.
* A la memoria de todos los comunistas que murieron, se organizaron y lucharon en los campos nazis y contra el fascismo. A la memoria de Josefa Coleto Caballero, hermana del preso 3332, mi abuela.