Madrid está siendo el epicentro de la crisis del coronavirus en España. Este artículo es la primera entrega de una crónica —a través de sus trabajadores— de estos días que se recordarán por tantos motivos, como por ejemplo el agradecimiento a un sector sanitario que en los últimos años ha sido machacado en la Comunidad de Madrid, centro de operaciones para la privatización de servicios públicos y pérdida de derechos laborales. Es de justicia que se reconozca su labor, tanto ahora como antes y después, y si esta situación está poniendo de relieve algo es que de quien depende que miles de personas consigan superar la enfermedad es de los trabajadores. Pero los aplausos no salvan vidas, las salvan aquellos que están cumpliendo con su parte en hospitales, residencias, servicios sociales, etc.
Comenzamos con Alejandro, es enfermero en el hospital público Puerta de Hierro y cuenta que «desde el inicio de la crisis sanitaria hemos denunciando la falta de material de EPIs, esta situación ha provocado que según aumentaba el número de contagios y de atención en los centros sanitarios, los protocolos de los que disponíamos para la atención ante personas infectadas por COVID-19 se hayan ido adaptando. La adaptación realmente lo que ha provocado es la bajada de nivel de protección recomendado en los protocolos anteriores. En todos los hospitales faltan mascarillas quirúrgicas, mascarillas de protección FFP2 y FFP3, gafas, batas impermeables, gorros y calzas». La norma es arriesgar la vida del personal en aras de la heroicidad, heroicidad que no salva vidas pero llena telediarios. Trabajadores infectados que siguen trabajando y propagando la enfermedad sin ningún tipo de control, sin pruebas que determinen su estado y siendo exprimidos hasta la última gota. Sanitarios sin ninguna medida de protección eficaz es la estampa habitual, ataviados con bolsas de basura como perfecto reflejo del estado en el que se ha dejado a la sanidad pública durante numerosos años. Mientras tanto, Ayuso y su Gobierno han sido timados en más de una ocasión, promoviendo las donaciones privadas y sin haber adquirido en todo el mes de marzo material sanitario. Todos estos factores desembocan en la muerte el pasado 5 de abril del primer sanitario en la CAM, que tiene el triste record de sanitarios infectados.
¿Es igual el esfuerzo por todos los sectores sanitarios? «Sabemos que en algunos centros privados están despidiendo personal o forzando a sus plantillas a coger vacaciones —nos cuenta Alejandro—. Los profesionales que están trabajando en la sanidad privada no son compañeros de segunda, ni mucho menos, de hecho ellos sufren peores condiciones laborales. Pese a la disposición de los compañeros de la privada, las empresas sanitarias no están aportando toda la capacidad que tienen. Algunos centros ya empezaron a asumir bastantes casos pero no el mismo volumen. De hecho mientras las UCIs de Madrid están al borde del colapso, la sanidad privada disponía de 2.200 camas de UCI sin ocupar».
«En la mayor parte de los casos, por no hablar de la totalidad, ante sospecha de contagio por el virus se da traslado a un hospital de la sanidad pública de gestión directa”, aseguraba Julio Ordóñez de UGT el 7 de aarzo a El País. Mientras la gran mayoría de hospitales públicos están colapsados, según datos de la propia patronal privada en centros privados se atiende menos del 10% de casos por coronavirus. La Comunidad de Madrid tiene 33 hospitales públicos y 50 privados y es la comunidad con mayor porcentaje de camas privadas de todo el Estado, un 27%, a la vez que se triplica la inversión en sanidad privada frente a la pública. Se sigue sin poner bajo mandato público a cada centro privado de la región, una más de las innumerables decisiones políticas que se toman estos días, nunca neutrales. Además, la patronal de la sanidad privada, envalentonada, exige financiación extra por atender enfermos y perjudicarse su rentabilidad. No se trata de un servicio, no se trata de salvar vidas, se trata de hacer negocio.
¿Se está reconociendo el esfuerzo al personal sanitario? Tampoco. «Los contratos de residencia EIR y MIR, que la mayoría terminan en Mayo, van a ser alargados.» Esto supone que profesionales sanitarios que ya desempeñan labores de especialista, con alta cualificación, mantengan contratos precarios de formación que ya no precisan. «En los hospitales la desinfección y limpieza está realizándose principalmente por voluntarios de SAMUR, siendo el papel del ejército subsidiario», concluye Alejandro. La contratación de personal también sigue el mismo patrón: se hacen contratos quincenales para que si el trabajador cae enfermo se extinga el contrato rápido y no haya que asumir la baja. También se está llamando al voluntarismo, mientras las empresas hacen caja con la situación.
Carlos es estudiante de último año de Medicina y todavía no ha sido llamado a trabajar. «A los estudiantes de Medicina nos llevan mareando más de una semana con contratarnos. Por ahora nos dicen que nos ofrecen contratos como auxiliares sanitarios de apoyo a médicos de tres meses de duración y cobrando como un residente de primer año, pero sin concretarse. Sabemos que en algunos sitios están haciendo ya labores asistenciales, con riesgo de contagio, y no las labores administrativas que deberíamos desempeñar como auxiliares.» Confirma también la situación de los residentes: «Los médicos residentes de último año están trabajando sin supervisión, en turnos interminables y con guardias casi todos los días. El Gobierno ha decidido prorrogar su contrato de formación lo que dure la crisis en vez de acortarlo, o siquiera esperar a que acaben. Se les debería ofrecer un contrato de médico adjunto especialista, con condiciones laborales acordes a su estatus de médicos ya formados. El caso de los estudiantes de Enfermería es todavía más sangrante porque ya les están contratando en hospitales y hoteles medicalizados, haciendo todas las labores de un profesional con un riesgo de contagio altísimo, sin formación previa sobre manejo de EPIs y sin seguro de responsabilidad civil en caso de que haya algún problema. Tienen a estudiantes de prácticas realizando jornadas laborales con labores de enfermería sin ningún tipo de remuneración». En la contratación prima el coste del trabajador frente a su titulación y experiencia. «En principio se iba a organizar una bolsa de sanitarios, priorizando médicos titulados en paro y a la espera de plaza antes que estudiantes, pero en realidad están llamando a muchos estudiantes antes que a médicos ya colegiados. A nosotros no nos cubre ningún seguro asistencial debido a que ni estamos ni podemos estar colegiados hasta acabar la carrera», continúa.
Comunes están siendo las difusiones por medios telemáticos de e-mails a los que mandar currículums y números de contacto personales a los que llamar. «Una de las reivindicaciones de estudiantes de medicina y de enfermería es que a los de último año, que ya hemos acabado todas las asignaturas teóricas y más del 85% de rotaciones prácticas, nos permitan titularnos de forma excepcional y colegiarnos para ejercer como profesionales que ya somos», concluye Carlos, sin mucha esperanza de que así sea.
Los trabajadores que más sufren la gestión capitalista de la situación es el personal de los múltiples servicios privatizados de los centros de salud y hospitales. Trabajadores considerados de segunda, relegados a no merecer estatus de trabajadores públicos como sus compañeros, pero que se demuestran esenciales en el día a día. Limpieza, mantenimiento, TIGAs, mantenimiento, auxiliares administrativas… Todos sus puestos de trabajo fueron subastados a empresarios para hacer negocio con su servicio, ahora calificado como esencial, y desde entonces hasta ahora sufren las consecuencias. Iván es delegado de Sacyr en el Hospital del Henares y narra como «nuestra empresa no nos da los EPIs si no lo denunciamos, es una vergüenza, nos dicen que se lo pidamos al personal sanitario y se desentienden». La acción sindical es imprescindible estos días: «hemos puesto ya cinco denuncias a Inspección de Trabajo, sin ellas ni siquiera nos atenderían. Siguen lavándose las manos y alegan que está todo confiscado.» El exceso de carga de trabajo y la falta de personal habitual se vuelven todavía más relevantes en esta situación, con trabajadores doblando turnos y extenuados. «El 19% de la plantilla está de baja, están contratando gente sin ninguna formación, no damos abasto y la situación es desesperante», finaliza Iván.
Por último, mención aparte merece IFEMA. Vendido como orgullo nacional y acabando como otro ejemplo más de incapacidad del sistema capitalista para poder cubrir las necesidades básicas de su población. Habilitar las naves para su uso hospitalario para descargar a los hospitales de nuevos ingresos ha venido de la mano del cierre de los Centros de Atención Primaria de la CAM para derivar a los profesionales a este nuevo centro en vez de contratar más personal. Esto ha provocado el incremento de consultas hospitalarias y se ha perdido el seguimiento telefónico de muchos casos sospechosos, con lo cual lejos de aliviar la situación de los hospitales se empeora. En definitiva, allí donde se mire un denominador común: capital frente a trabajadores, tasa de ganancia frente a quien sirve de escudo a la enfermedad. Una gestión a los pies del capitalista que da la espalda a los trabajadores, que habla de héroes pero que no reparte ni capas, ni guantes, ni batas.