Escribo este artículo con rabia, con la impotencia de ver que ya está calando el falso discurso de la unidad, de que todos tenemos que arrimar el hombro ante la crisis sanitaria y las consecuencias económicas que se derivarán de ella. Unidad de todos, de la dependienta afectada por un ERTE, de la auxiliar de la residencia de ancianos, del obrero de la fábrica obligado a trabajar que se está jugando la salud sin medidas de protección o del empresario, incluido el famoso multimillonario “caritativo” que dona mascarillas.
El motivo de mi rabia surge con una noticia publicada por el diario La Razón y que ha corrido rápidamente por las redes sociales: «El Gobierno estudia bajar el 2% el salario de los empleados públicos». Unas horas después, me encuentro en Facebook con una publicación de mi sindicato, en la que se desmiente esa noticia, tras una comunicación inmediata con el Gobierno, que ha descartado estar planteándose ese recorte por culpa del coronavirus. Mi sorpresa llega, cuando en la sección de comentarios, no veo muestras de alivio por parte de compañeros afectados, sino que veo comentarios en los que se aceptaría de buen grado esa bajada, en pos del sacrificio colectivo ante la crisis sanitaria y económica.
Comentarios de trabajadores públicos cargados, a buen seguro, de un instintivo espíritu de solidaridad ante la grave situación. Pero a la vez, comentarios repletos de toda la ideología que despliega el sistema mediante su propaganda, especialmente en situaciones difíciles como las que atravesamos. Un discurso de “unidad frente al virus” lanzado desde los centros de poder e impulsado por el Gobierno con su campaña “Este Virus Lo Paramos Unidos”.
Un discurso que pide que todos rememos unidos, aportando nuestro esfuerzo y sacrificio, ya sea agachando las orejas ante unas vacaciones forzadas, aceptando un ERTE o viendo con buenos ojos la bajada del salario. Un discurso que suena idílico, si no fuera porque se le piden a los trabajadores todos esos sacrificios, mientras se ofrece una barra libre a los empresarios para que puedan acogerse a ERTEs, independientemente de su facturación y patrimonio, y que sea el Estado quien corra con los gastos de los rebajados salarios de los trabajadores.
Nuevamente, la clase que ostenta el poder pretende salir de esta crisis manteniendo sus beneficios, a costa de que la clase obrera cargue sobre sus espaldas con todos los sacrificios, ya sean forzados o introducidos sutilmente mediante el aparato de propaganda y cubiertos con un velo de solidaridad compartida. Sin embargo, el pueblo ya está demostrando su espíritu solidario con la multitud de iniciativas que están surgiendo estos días para ayudar a vecinos mayores a hacer la compra, dar clases particulares online o cuidar a los niños de padres que lo necesiten mientras trabajan. No hace falta que desde las élites nos invoquen a una falsa unidad con aquellos que solo buscan mantener sus beneficios a toda costa y que, en el mejor de los casos, dan una limosna en forma de donaciones, con un afán puramente propagandístico.