No ha habido sorpresa. Al anuncio de la convocatoria de elecciones en el País Vasco para el próximo 5 de abril, por parte de Íñigo Urkullu (PNV), le siguió de inmediato la convocatoria de elecciones en Galicia, por parte de Alberto Núñez Feijoó (PP). Mientras, en Cataluña, Quim Torra (JxCat) mantiene la incertidumbre sobre la fecha de las elecciones catalanas, anunciando, eso sí, que serán, en todo caso tras la aprobación de los presupuestos.
Mientras el nuevo Gobierno español de coalición da sus primeros pasos, demostrando la imposibilidad de gestionar el capitalismo en favor de los sectores populares, el escenario político a corto plazo se agita. El Partido Popular, al convocar las elecciones gallegas coincidiendo con las vascas, busca un enfrentamiento general en términos de política española, tratando con ello de preservar la mayoría absoluta en Galicia y, con el golpe de mano dado por Casado en el PP del País Vasco, al mismo tiempo que intenta fagocitar a Ciudadanos, pretende intensificar el debate en términos territoriales.
Por su parte, la burguesía agrupada en el PNV, continúa haciéndose valer como gestora eficaz del capitalismo, utilizando la debilidad del Gobierno central para arrancar nuevos espacios competenciales en un escenario de enfrentamiento en términos nacionalistas en el que, unos y otros, se retroalimentan. Gana una u otra fracción de la burguesía, pierde la clase obrera. En Cataluña, las elecciones se están convirtiendo en uno de los últimos estertores del proceso independentista. El hecho de que se pretenda primero aprobar los presupuestos y, sólo después, iniciar la batalla electoral, coloca las necesidades de gestión del capitalismo como criterio fundamental en una coyuntura económica sumamente compleja para la burguesía catalana. El enfrentamiento entre JxCat y ERC por la hegemonía en el campo del nacionalismo catalán, empleando los primeros el victimismo y los segundos el extremo pragmatismo del que vienen haciendo gala en su relación con el Gobierno español, será la piedra angular sobre la que pivote el debate durante los próximos meses.
Como vemos, está servida una nueva fase de intensificación del debate sobre la cuestión territorial. Ahí es donde pretenden situar a las amplias mayorías populares, en una lógica de enfrentamiento nacionalista en la que nada tenemos que ganar, pues tanto unos como los otros aspiran, únicamente, a gestionar un sistema basado en la explotación de los trabajadores y trabajadoras para mayor gloria de uno u otro sector de la burguesía.
El PCTE está haciendo un intenso trabajo para garantizar la presencia en las elecciones gallegas, vascas y catalanas. Quienes viven de su trabajo necesitan que el Partido Comunista utilice los debates electorales para situar sobre la mesa que, con independencia de los sentimientos de pertenencia nacional, o de la lengua que se hable, la clase obrera debe mantenerse unida. Ellos discrepan en términos nacionalistas y buscan dividirnos; pero se mantienen unidos en defensa de la OTAN, de las bases militares extranjeras, de la Unión Europea y de todos los resortes que están permitiendo un constante incremento de la explotación de la fuerza de trabajo. Frente a sus intentos de división, debemos levantar las banderas de la más firme unidad de clase.
No corren buenos tiempos. La explotación capitalista y la exclusión de amplios sectores sociales no paran de crecer. La amenaza inminente de una nueva crisis capitalista es un hecho. En estas condiciones, con un Gobierno empeñado en encerrar la protesta social en las instituciones y con una extrema derecha que de nuevo ha echado a andar, es más necesario que nunca enfrentar los discursos que pretenden dividirnos para hacernos desfilar bajo una u otra bandera.