El franquismo fue una época oscura en la que las clases dominantes de nuestro país infligieron altísimas cotas de dolor y sufrimiento a nuestro pueblo. Los miles de asesinatos, torturas y violaciones todavía permanecen en la retina de las generaciones más mayores. Todo lo que vaya en la dirección de acabar con la bestia fascista y restablecer la dignidad del pueblo debería ser una buena noticia. Pero en este caso debemos decir que se trata de un arma de doble filo que puede acabar hiriendo a aquel que pensaba empuñarla.
Los capitalistas nos plantean que nuestro sistema es un estado de derecho y que la ley es la que dirime los conflictos en esta sociedad de una forma imparcial. Desde este punto de vista, cambiar la ley implica cambiar la sociedad, y todo lo que deben hacer aquellos que buscan mejoras es llegar a tener suficientes diputados para legislar a su favor. Obviando las preguntas de ¿hasta dónde se puede cambiar la ley? o ¿quién consigue tener diputados?, el cuadro que nos pintan puede tener cierta coherencia e incluso sería agradable a la vista si no estuviera soportado por una gran falsedad. Lo que marca el rumbo de nuestro sistema no son las leyes sino la correlación de fuerzas entre las distintas clases sociales. Tanto es así que es completamente absurdo que Pablo Iglesias se dedique a invocar los artículos más sociales de la Constitución puesto que son papel mojado si no hay una fuerza organizada capaz de obligar a su aplicación a aquellos que poseen el monopolio de la violencia.
Entonces la pregunta es: ¿cuál es la correlación de fuerzas actual? Y la respuesta es que es una balanza muy inclinada a favor de los poderosos; con una clase obrera muy débil, con la extrema-derecha envalentonándose en todo el continente, con un poder judicial penetrado hasta el tuétano por elementos reaccionarios y con una Unión Europea aprobando resoluciones donde se reescribe la historia y se equipara el nazismo con quien les venció, el comunismo. En la Unión Europea ya son varios los países donde está prohibido el Partido Comunista o los símbolos comunistas mientras se restablece como héroes nacionales a colaboracionistas nazis.
En este contexto el gobierno pretende aprobar una modificación para penalizar la apología del franquismo. ¿Cuánto creéis que tardarán en salir las voces que digan: también hay que penalizar la apología del comunismo?, y ¿cómo creéis que se aplicaría una ley de prohibición de la apología de los “totalitarismos” por unos tribunales reaccionarios acostumbrados a dejar en libertad a nazis pillados con arsenales en sus casas y a encerrar gente de izquierdas por hacer chistes o “cagarse en Dios”? Hay que ir con extremo cuidado pues detrás de una máscara “antifascista” podríamos encontrarnos una de las operaciones más brutales de ataque a las formas de organización de nuestra clase.
Por todo ello los comunistas decimos con claridad que al fascismo no se le derrota en las instituciones ni mediante leyes que luego controlarán a su favor como ya hicieron con la ley contra los delitos de odio. Al fascismo se le derrotó siempre con organización obrera y popular. Haciendo, precisamente, que cambie la correlación de fuerzas.