El pasado 15 de enero la Ministra de Trabajo sorprendía a propios y extraños en el programa “Al Rojo Vivo”. Ferreras, hábilmente, le preguntaba: “¿Usted sigue siendo comunista?” Yolanda Díaz respondía: “Ser comunista es algo muy complejo, Antonio. Es algo muy complejo… Yo soy una mujer del siglo XXI y de izquierdas, y comprometida con los más débiles…”. Sus nerviosas declaraciones no dejaron indiferentes ni a propios ni a extraños. Se enmarcan en una estrategia comunicativa acordada en el seno del Gobierno, en la que la participación de dos militantes del PCE en el Consejo de Ministros se convierte en algo inofensivo y casi pintoresco.
Son del PCE, pero no son comunistas. Ese es el mensaje que tanto Alberto Garzón como Yolanda Díaz han trasladado estos días en sus declaraciones. No es de extrañar, por tanto, su insistencia en reivindicar al PCE de la Transición. Reivindican a aquel PCE que dejó de ser el Partido Comunista de España, que renunció al socialismo-comunismo e incluso a la realización de reformas estructurales profundas en lo social y en lo económico. Aquel partido que finalmente, el 15 de abril de 1977, aceptó públicamente la bandera oficial y la monarquía. Un PCE “respetable y responsable”, que firmaría los Pactos de la Moncloa y que, poco después, daría su apoyo incondicional a la Constitución de 1978, con todos sus cerrojos.
Sí, un PCE “respetable y responsable” que hoy se exhibe de nuevo. Pero, ¿respetable, para quién? Ninguna de las estructuras del sistema socioeconómico está en cuestión. Y no porque la correlación de fuerzas no permita a día de hoy perseguir ciertos objetivos, sino porque, como hace la Ministra de Trabajo con su afiliación política, se ha renunciado a cualquier cambio profundo. La identificación con el comunismo molesta. Es una mácula en la solapa. Algo del pasado, algo complejo, algo a no exhibir, a ocultar o a matizar. Por eso, frente al comunismo del siglo XX, es más cómodo situarse en la izquierda del siglo XXI, esa que no cuestiona el sistema y que, como mucho, se conforma con su reforma cosmética. Y, si la cosa aprieta, la salida fácil: comunismo reducido a compromiso con los más débiles, comunismo reducido a compromiso con la democracia capitalista y con eso que, hasta no hace mucho, algunos denominaban el Régimen del 78.
En los próximos meses, el nuevo Gobierno capitalista y sus ministros “del siglo XXI, de izquierdas”, dosificarán el anuncio de algunas reformas con las que tratarán de exhibir su “compromiso con los más débiles”. Lo harán por fascículos, poco a poco. En vez de entregar una paguita de 100 euros, van a querer darnos cinco euros al mes. Con ello, piensan apaciguar a la bestia y, al mismo tiempo, generar la sensación de que el Gobierno cumple. Y, claro, cumplirá. Cumplirá con la modernización del capitalismo español y con las instituciones interestatales de las que España forma parte (FMI, OCDE, UE, OTAN…). ¡Vaya si cumplirá!
No es complejo ser comunista. Lo complejo es decirse comunista y gestionar la explotación capitalista. Lo complejo, para algunos, es entender que la barbarie no se humaniza.