El 7 de noviembre una masiva asamblea de trabajadores ratificaba la convocatoria de huelga propuesta unánimemente por el Comité de Empresa de la Empresa Municipal de Transporte de Madrid. La empresa pública más grande de la Comunidad de Madrid, que mueve cada día a decenas de miles de pasajeros, iba a la huelga. Huelga que consiguió una rápida primera victoria, menos de un mes después de iniciar los primeros paros, la patronal, que no era otra que el Ayuntamiento de la ciudad más grande del país, la capital del reino, como en un combate de boxeo, doblaba la rodilla. Se sentaba a negociar. En lo inmediato, se consiguió el compromiso de aumentar el número de trabajadores y cubrir la tasa de reposición, así como el compromiso de mantener la empresa pública al 100%.
Entre medias nos encontramos el éxito de este combate, que si lo abstraemos tiene mucho de extrapolable a otros. La plantilla de la EMT estaba cohesionada. Lo estaba el Comité de Empresa que unánimemente propuso la huelga, lo estaba la plantilla que la votó a favor y que la defendió en cada piquete. La EMT decidió democráticamente. Lo hizo en asamblea. Al conjunto de trabajadores se les propuso ir o no a la huelga, y votaron. La clase obrera decide su futuro. La huelga estaba acordada y decidida entre todos, en parte ese es el origen de su cohesión. No hubo una asamblea exclusiva, sino que fueron varias las veces que se sentaron a debatir las acciones a desarrollar. Los piquetes fueron un éxito. Independientemente de la hora, del frío o de cualquier otra inclemencia climatológica allí estaban los trabajadores y las trabajadoras de la EMT. Defendiendo lo que habían votado.
La solidaridad del sector se hizo correr. En el Metro, quizá sin el acierto de la unidad sindical que sí tuvo la EMT, se convocó huelga también. Asociaciones del taxi se solidarizaron convocando paros. El combate de la EMT iba trascendiendo, sin llegar a ser, se oían campanas de una huelga del sector. No se recordaba otra desde la de enero de 1977. La solidaridad incluso trascendió el sector, arropando a compañeros de LTK-Aletsis de Sevilla en su lucha contra los despidos y recibiendo igualmente de estos el cariño del sector aeronáutico de la ciudad hispalense.
Los problemas concretos de la plantilla de la EMT tienen causas y consecuencias muy similares a los del resto de servicios de transporte y cuanto más nos abstraemos más similares son las causas y consecuencias. Tanto que, si llegamos al final de la abstracción, encontramos el dilema final, la contradicción entre el capital y el trabajo. Entre los beneficios de las empresas y los intereses de la clase. Nada teme más la patronal que los obreros tomen conciencia de ello.
En la EMT eso se conoce, y cada vez en más sectores. Cuanto más se conoce mejor se articulan las luchas. La plantilla tuvo una fuerte presencia en los piquetes porque tiene un fuerte sentimiento de que los intereses de los trabajadores y de los empresarios no son los mismos. Aunque el frío ajaba las manos a las 5 de la mañana, la lumbre hecha con trozos de palets, calentaba a quiénes allí se daban cita. Tanto, que la patronal, conocedora de la tenacidad, sintió tras cada paro un escalofrío recorriendo la espalda y dobló la rodilla. Se sentó a negociar.
La EMT ganó el primer round. Sirva de impulso, que aumente la inercia en la lucha por mejorar las condiciones laborales y la defensa de un transporte para la clase obrera.