A cierta izquierda ya sólo le queda la Constitución

Corría el año 1978 y la clase dominante seguía nerviosa. El cambio de máscara del franquismo a la democracia burguesa iba por buen camino, pero faltaba coronarlo con una Constitución. La principal preocupación del régimen era el movimiento obrero organizado y un PCE por aquellas ya muy domesticado. Al final se llegó al pacto. El PCE mutaría definitivamente en una fuerza socialdemócrata inofensiva para el sistema y a cambio en la Constitución se incluirían una serie de artículos que la convertirían en una de las Constituciones potencialmente más progresistas del mundo. Potencialmente, ahí está el matiz.

El abandono del marxismo impidió al histórico partido comunista basarse en una tesis fundamental: la política de un país no viene determinada por un papel, viene determinada por la correlación de fuerzas de las clases que están en liza. Cuando el PCE desapareció como amenaza al capitalismo y el movimiento obrero se replegó, la clase dominante no tuvo ningún aliciente para hacer cumplir los artículos de la Constitución que no le interesaban. Por el contrario, hay momentos de la historia donde estaba prohibido hacer una huelga, pero las huelgas seguían existiendo. ¿Por qué? Porque la clase obrera tenía la fuerza suficiente para imponerlas al margen de lo que dijera una u otra ley.

La Constitución y las leyes son, por lo tanto, un engaño para dotar de una supuesta imparcialidad lo que es un discrecional uso del monopolio de la violencia. La clase obrera no puede depositar en ellas ninguna esperanza para su futuro. Los derechos de nuestra clase no se reciben, se imponen mediante la lucha contra los poderosos. Y cuando la lucha desaparece, pasa lo que pasa con el artículo 128, el 35, el 47, etc., papel mojado por el que se desmovilizó a la clase obrera.

Pero como la historia se repite hasta que alguien rompa la baraja, pues nos encontramos a Pablo Iglesias en campaña compitiendo con los otros partidos por ver quién es el más constitucionalista. A decir verdad, Pablo ganó esta batalla en el debate de TVE. No en vano, ésta es la misión que le han encomendado, transmitir a la clase obrera la falsa esperanza de que este sistema es reformable simplemente ejerciendo el voto, convirtiéndose en un dique de contención de las posiciones revolucionarias. Señores del IBEX, el chalet se lo está ganando a pulso.

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