Hace unos días el PP proponía disponer por ley, paradójicamente llamada “de apoyo a la maternidad”, que las mujeres inmigrantes en situación irregular dispuestas a dar a su hijo en adopción, no podrán ser expulsadas antes de hacer entrega del niño.
Aunque el horror y repugnancia que levantó esta declaración obligó a Casado a fingirse víctima de una fake news, “en cristiano”, y nunca mejor dicho, estamos hablando de venta de niños a cambio de papeles. Ni eso. “Esta medida no impide que, finalizado el proceso de adopción, si prosigue la situación irregular de la mujer, pueda ser expulsada”. Lo que plantean es sólo una abyecta tregua mientras dure el embarazo, de forma que una vez completada la expropiación del niño la mujer podrá ser repatriada por la policía.
Estamos hablando de trata de seres humanos, por supuesto. No se trata de la obvia perversidad del promotor de la medida, sino de lo que se trata siempre en el capitalismo: de que den las cuentas. Estamos ante una iniciativa para combatir el “invierno demográfico” español que sale más barata a los capitalistas que promover el empleo, la conciliación, el permiso de paternidad, asegurar el acceso gratuito y universal a la salud y la educación, bajar el precio de la vivienda y de la luz o subir el SMI.
La propuesta sólo es comparable, por lo monstruosa e inhumana, a los criaderos de niños de la calle, para extracción y venta de órganos, existentes en Colombia, o a las granjas reproductivas de vientres de alquiler (mujeres tratadas como gallinas ponedoras; pero según el feminismo liberal la mujer tiene derecho a hacer con su cuerpo lo que quiera, siempre que genere un gran negocio) propugnadas por Ciudadanos. Por ello ha despertado la indignación y el horror de muchos miles de personas honradas. Pero desgraciadamente, no estamos sólo ante un monstruo, que efectivamente recuerda a Sor María, a la dictadura de Videla y al doctor Mengele, que es heredero ideológico de quienes practicaron a gran escala durante la larga noche de la dictadura franquista la expropiación de sus hijos a las presas republicanas, a las madres solteras, a las sirvientas menores de edad violadas por el señorito.
Estamos ante un sistema cruel e inhumano que se ceba en la desesperación de las que no tienen nada, de las que huyen del hambre y la guerra desatada en sus países por “nuestras” corporaciones capitalistas y sus alianzas militares criminales.
Un sistema, el capitalista, donde la clase obrera hemos tenido que vender, para sobrevivir, nuestra fuerza de trabajo, nuestras horas de vida, nuestra inteligencia, para generar su riqueza, nuestras vidas para sus guerras imperialistas, y ahora nuestros úteros, nuestros vientres, nuestros hijos.
Y que nadie se engañe. Esto no es la vuelta a la edad media, al franquismo, a los campos de concentración nazis de los años 30. Esto es la verdadera cara del capitalismo más moderno, del capitalismo real del siglo XXI en su etapa final imperialista de reacción, violencia y descomposición, lo gestione quien lo gestione. Este es el verdadero rostro del único capitalismo posible.