Eran obreras las 120 mujeres asesinadas por la policía de Nueva York el 8 de Marzo de 1857, cuando luchaban contra los salarios de miseria y las jornadas extenuantes en la industria textil.
Eran obreras las 146 que murieron calcinadas en Marzo de 1908 en la fábrica textil Cotton de Nueva York, bajo las bombas incendiarias que les arrojaron por luchar contra las infames condiciones de trabajo que soportaban.
Eran obreras las 146 trabajadoras muertas en Marzo de 1911 durante el terrible incendio de otra fábrica textil, porque la patronal de la Triangle Shirtwaist había sellado las salidas para evitar que las empleadas robaran. De los escombros de esta terrible tragedia nació el Sindicato Internacional de Trabajadoras Textiles.
Eran comunistas y obreras las que en 1910 establecieron el 8 de Marzo como Día Internacional de la Mujer Trabajadora. Hoy se intenta presentar el 8 de Marzo como día de las mujeres en general, unidas por causas comunes, sin distinción de clase, a lo que contribuyó su institucionalización por la ONU en 1975 buscando eliminar su matriz original, obrera y revolucionaria.
Pero, eran también obreras las que el 8 de Marzo de 1917 se manifestaron en Petrogrado exigiendo pan y fin a la guerra imperialista e iniciando la huelga insurreccional que puso fin a la autocracia zarista.
Desde la perspectiva burguesa y pequeñoburguesa, la opresión de género puede superarse mejorando el capitalismo. Este análisis oculta el hecho de que la opresión de las mujeres se asienta sobre bases materiales, sobre relaciones objetivas de producción y de propiedad. La aparición de la propiedad privada está en el origen histórico del patriarcado. La incorporación plena y con derechos al trabajo socialmente útil, la asunción de los cuidados como tarea de toda la sociedad, son premisas fundamentales para la emancipación de la mujer. Sin independencia económica, no hay emancipación real.
Los centros de producción de la ideología dominante trabajan incansablemente por ocultar el vínculo entre las diversas formas de opresión y violencia que atraviesan nuestra sociedad y sus raíces materiales y objetivas. Según esta versión las guerras se producen por la hostilidad natural entre razas y credos religiosos, no por la conquista de mercados, materias primas y petróleo, y las mujeres son oprimidas por el mero hecho de serlo.
En realidad la opresión, discriminación y violencias sufridas por las mujeres en nuestra sociedad, se deben en gran medida a ser además de mujer, trabajadora, y a serlo precisamente bajo las condiciones del capitalismo.
Como acertadamente apuntó Rosita Schaefer, las mujeres soviéticas ya votaban, tenían derecho al aborto seguro y legal y participaban de la vida política, cuando las sufragistas conquistaron, (por añadidura de forma selectiva) el derecho al voto. Las “democracias” capitalistas incluyeron a regañadientes el voto femenino en sus legislaciones con gran retraso respecto de la Unión Soviética. En Inglaterra, hasta 1928 las mujeres tenían que ser propietarias y mayores de 30 para votar. Francia e Italia no lo permitieron hasta 1946 tras la derrota del nazi-fascismo.
No es casualidad que al primer Estado obrero y socialista correspondiera la legislación pionera sobre sufragio y participación en pie de igualdad de la mujer en la vida laboral, social y política. El derecho al divorcio, al aborto, la licencia maternal remunerada, la abolición de la prostitución.
La socialización del trabajo doméstico, la alfabetización en masa de las mujeres, su incorporación a la producción con igual salario, y a la gestión y dirección de la producción, fueron conquistas pioneras del Socialismo que abrieron camino a las reivindicaciones de millones de mujeres en el mundo entero.
Quienes abrieron ese camino eran también obreras y obreros, en el Poder.