El 10 de enero Vodafone anunciaba un ERE al 25% de su plantilla. 1.200 familias se quedarían sin sustento. En apenas cinco años es el tercero que propone. En 2013 la multinacional despidió a 620 trabajadores y externalizó a cerca de 300. En 2015 pactó con los sindicatos mayoritarios en la empresa, UGT y STC, un ERE que afectó a 1.509 trabajadores tras la compra de Ono.
Esta vez, la compañía lo justifica diciendo que “la demanda de servicios crece de forma exponencial y no así los precios” (sic) por asociarse ésta a ofertas “low cost”. Traducimos: una gran empresa, tratando de copar la mayor parte de cuota de mercado que le sea posible, tira los precios a la baja y ahorra costes en trabajadores despidiendo a una parte de ellos, para cargar con más trabajo a quienes se quedan y contratar en un futuro con peores condiciones. Esto mismo lo han repetido todas, sin ir más lejos ahora también La Caixa.
Para salvaguardar la imagen, Vodafone acompañó todo con la coletilla de “difícil pero necesaria decisión”. En ese sentido y sirva de recordatorio, difícil pero necesarias son las huelgas y movilizaciones. Ellas constituyen la mejor herramienta para combatir cada ERE, para salvaguardar los empleos, como, también en enero, demostró la plantilla de Alcoa.