Todos sabemos que China es un país de calles masificadas, donde conviven el caos y el bullicio con un cierto orden en aquello que organiza el gobierno. Ahora bien, llevándolo a un ámbito más concreto, si se diera el caso de que vivieses en China y tuvieses que ir al médico: ¿cómo sería?
Lo primero que sorprende, a diferencia de España, es que todo está organizado en torno a los hospitales. Tanto si necesitas atención primaria como un especialista, ingresar o una revisión, el lugar al que deberás dirigirte siempre será un hospital.
Toda experiencia en un hospital chino comienza en la mesa para registrarse, o más bien haciendo una larga cola para ello. Cada hospital tiene un registro propio que no comparte con el resto. Después hay una segunda cola, donde has de utilizar tu recién adquirida tarjeta de usuario y donde pides cita con el médico, previo pago. Cualquier tratamiento, cirugía o visita al especialista requerirá nuevos pagos (y nuevas colas), así como para comprar medicinas, muchas de ellas de venta exclusiva en el hospital.
Ante cada nuevo pago te entregan una nueva factura. Solo a través de las mismas se logra que, semanas después, el seguro te devuelva un porcentaje de los gastos de hospital. Eso, si tienes seguro.
¿Seguro médico? ¿Medicina de pago? ¿A qué clase de hospital hemos ido? Supongo que esto sorprenderá tanto al lector como a mí al llegar, pero en China todo el servicio sanitario, sea público o privado, es de pago.
Cada país socialista ha tenido un desarrollo diferente, pero si en algo coinciden todos es en tres pilares básicos de la protección social que el Estado provee de forma gratuita: la vivienda, la educación y la sanidad.
¿Cómo ha enfrentado este reto China? El punto de partida en 1949 era un país que acababa de salir de décadas de guerra, con niveles de pobreza gigantescos y con una esperanza de vida de apenas 35 años. Antes de las reformas que abrieron China al capitalismo, existía un seguro médico para los trabajadores de las empresas estatales que, sin embargo, ya entonces eran minoría, tanto en la ciudad como en el campo. En el campo se desplegaron médicos ambulantes con tres años de formación, pagados por las comunas rurales, que aunque con conocimientos limitados, popularizaron medidas de higiene básica y podían realizar operaciones menores y prescribir tratamientos.
Tras 1978, cuando comienza el retroceso del débil camino andado hacia el socialismo en China, comienza la privatización y cierre de empresas estatales y se sustituyen las comunas rurales por la asignación de tierras a familias. La sanidad, que entonces no era un servicio universal, sino vinculado al seguro médico de la empresa o la comuna, desaparece al dejar de existir el ente colectivo que lo garantizaba, llegando a cubrir a menos del 10% de la población en 1984.
Desde entonces, se han venido implementando medidas para hacer del seguro médico (el público, con una cobertura básica, o el privado, más amplio) una cláusula obligatoria de todo contrato de trabajo. Las empresas privadas, sin embargo, tienen numerosas formas para no contratar seguros para sus empleados. En todo caso, los seguros no suelen cubrir más del 80% del coste de los tratamientos y medicinas.
El objetivo declarado por el Gobierno es conseguir que la cobertura de los seguros médicos alcance a toda la población en 2021. La gratuidad de la atención sanitaria, conquistada por primera vez en la Unión Soviética y un pilar del socialismo, no está, por el momento, en el orden del día. Así es el llamado “socialismo” con características chinas, al que superan en cobertura sanitaria algunos “Estados del Bienestar” del capitalismo. Mientras países como Cuba nos siguen demostrando que el modelo sanitario del socialismo, gratuito y centrado en la prevención, puede superar ampliamente al capitalismo, por ahora en China toca hacer cola y aflojar la cartera.