Según la RAE, “conciliación”, en uno de sus significados, hace mención a hacer compatibles dos o más cosas; en el capitalismo se habla habitualmente de conciliar la vida laboral y la familiar, es decir hacerlas compatibles, y así oímos cada día a más empresas que dicen favorecer la conciliación de sus trabajadoras. Sin embargo, los datos demuestran que muchas trabajadoras mantienen una larga jornada laboral que hace imposible la conciliación, a otras muchas les sucede lo mismo por trabajar con contratos a tiempo parcial o inestabilidad laboral y muchas más ni tan siquiera disponen de jornada, pues han de dedicarla al cuidado de hijos, personas dependientes o similares.
Según los datos de la EPA sobre el paro registrado en el tercer trimestre de 2018, el 13,1% corresponde a la tasa de paro masculina, frente a un 16,2% de tasa de paro femenina, con la persistente diferencia salarial entre hombres y mujeres que nunca llega a equipararse.
En los últimos años, y a pesar de los avances científico-técnicos conseguidos, las condiciones objetivas de vida de la clase obrera en general, y de las mujeres obreras en particular, están siendo cada vez más complejas, llegando en cada vez más casos, a vender su fuerza de trabajo, sin que ello garantice poder cubrir las necesidades básicas. Esto, además de tener consecuencias en el plano económico como contradicción principal, afecta también a otros ámbitos de la vida, como el social o afectivo y conlleva para las mujeres trabajadoras una dificultad añadida para participar de una manera activa y organizada en la vida social y política, tan necesario como esto es para su propia emancipación y la del conjunto de la clase obrera.
En la actualidad, y a pesar de los esfuerzos del sistema capitalista por dar una capa de barniz, las tareas domésticas y de cuidados, siguen recayendo principalmente sobre los hombros de las mujeres trabajadoras (mientras las mujeres de la burguesía pueden pagarse asistentes o cuidadoras). El sistema capitalista, tiende además a convertir los servicios públicos en empresas privadas. (Guarderías, servicios de comedor, residencias, etc. al alcance sólo de quien pueda pagarlas…). Frente a esta escalada privatizadora, es necesario trabajar por una socialización de las tareas reproductivas, (guarderías públicas, comedores populares, establecimientos deportivos…), que posibilite la incorporación de las mujeres a la producción y por el otro, reivindicar espacios de ocio y esparcimiento al alcance del disfrute de todas las familias obreras.
La emancipación de la mujer y su igualdad con el hombre son y seguirán siendo imposibles mientras la mujer permanezca excluida del trabajo productivo social y confinada dentro del trabajo doméstico. La emancipación de la mujer no se hace posible sino cuando ésta puede participar, en escala social, en la producción, no ocupándole el trabajo doméstico sino un tiempo insignificante. Esta condición sólo puede realizarse con la gran industria moderna, que no solamente permite el trabajo de la mujer en vasta escala, sino que hasta lo exige y tiende más y más a transformar el trabajo doméstico privado en una industria pública. (Engels El origen de la familia, la propiedad privada y el estado. 1884).
Muchos ejemplos tenemos en el pasado donde esto fue posible e imprescindible. Hagámoslo realidad.