Bastaron unas pocas horas de presiones de la patronal de la banca para que el Tribunal Supremo, de manera inaudita, congelara una sentencia firme para posteriormente girarla 180º y que fueran los hipotecados los que pagaran los más de 5000 millones del impuesto retroactivo en disputa.
Marx, en su tesis sobre el Estado, decía que este “no es más que la junta que administra los negocios comunes de la clase burguesa”. Una sola clase, los grandes empresarios, concentran todo el poder. Los supuestos poderes independientes del Estado no serían, según Marx, más que una teatralización a los ojos de los explotados para hacerles pensar que su voto tiene alguna utilidad. Tanto el poder ejecutivo, como el legislativo, como el judicial responderían, en última instancia, al verdadero poder de la clase burguesa. Por otro lado la teoría burguesa nos trata de convencer que esto no es así. Los tres poderes serían (salvo alguna excepción) independientes y sujetos a la voluntad popular que se expresa mediante el voto. Como todo el mundo tiene derecho a voto, todos seríamos iguales. El poder económico no existiría en esta ecuación. La señora Botín tendría los mismos derechos y deberes que cualquiera de sus miles de hipotecados. Estas dos teorías sobre el Estado son antagónicas. Una es cierta y la otra no.
¿Qué deben hacer los marxistas en consecuencia? A cada fisura en el discurso dominante, hacer ver a la clase obrera la verdadera naturaleza del Estado, desgastar y debilitar todos los poderes del Estado incesantemente y erosionar la confianza del pueblo hacia sus explotadores. La infame sentencia del Supremo es una buena oportunidad para ello, no porque sea algo excepcional, sino por la clara torpeza del movimiento.
Para neutralizar la situación aparece, como no, la socialdemocracia, escudera del flanco izquierdo del sistema. El PSOE escenifica un Decreto que a poca gente consigue engañar, pues todo el mundo sabe que lo que se jugaba de verdad era la retroactividad y no el pago del impuesto a futuro que los bancos van a repercutir directamente sobre los endeudados. Más dañina todavía es la intervención de la nueva socialdemocracia. PODEMOS e IU llamaron a los ciudadanos a exigir una justicia independiente y una separación de poderes real, es decir, a exigir un modelo de Estado capitalista ideal. No solamente asumen los postulados burgueses del Estado, sino que los trasladan a la clase obrera como el modelo por el que luchar. Pablo Iglesias se está convirtiendo, sin duda, en el mejor heredero de Felipe González.