Se escribe este artículo descontando los días para la aplicación del Madrid Central, salvo que la presión de la patronal vuelva a conseguir retrasarlo (ya lo hizo del 23 al 30 de noviembre por el Black Friday) o que los recursos interpuestos por el PP consigan la suspensión de la medida cautelarmente.
La medida no cuenta con el apoyo del pueblo madrileño, como se vio en la, más bien floja, manifestación en su defensa en la que se volcaron todas las fuerzas de Ahora Madrid, aún con las puñaladas bien fresquitas, y organizaciones populares y sindicales. Tampoco cuenta con la oposición activa y movilizada del pueblo, siendo justos, más bien con un rechazo instintivo, de clase, que aún no ha tomado forma de rechazo y movilización.
La medida se vende fácilmente, ¿quién no quiere tener una ciudad con menos coches y menos contaminación? El problema es cuando se rasca un poco y va saliendo la verdadera naturaleza de la medida.
Los índices de contaminación alcanzan valores máximos (todas salvo una) en estaciones de medición que no se encuentran en la zona afectada por el Madrid Central ¿Solo preocupa la salud de los habitantes del centro? Se toma una medida que limitará el acceso de muchos vehículos a un centro poblado casi exclusivamente por capas acomodadas de entre los trabajadores y pequeña burguesía, porque siendo claros, el precio de vivir en esos barrios no está al alcance de la clase obrera.
Los vehículos ECO y de Emisiones Cero pueden acceder a esta zona, característica que se torna más importante si hablamos de que en episodios de alta contaminación, serán los únicos que pueden acceder a la ciudad de Madrid. Estos coches están lejos del alcance de los sueldos y trabajos temporales de hoy, pero es que incluso aunque toda la flota de vehículos fueran ECO y de Emisiones Cero, la energía debe producirse en algún sitio. No hemos visto a IU o a Podemos (principales fuerzas impulsoras de Ahora Madrid) pidiendo más centrales térmicas en la Comunidad de Madrid, ni pidiendo la nacionalización de Vestas, productora de molinos para la obtención de energía eólica, ni tampoco defendiendo el mantenimiento del carbón nacional frente al carbón, que se sigue quemando, que viene de Sudáfrica o Colombia más barato a costa de mayor explotación. Se ve que la nueva socialdemocracia y el oportunismo no quieren mirar más allá de los efectos que su propuesta guay pueda tener. La energía, al fin y al cabo, debe obtenerse de alguna fuente.
El mayor número de desplazamientos a diario son de casa al trabajo y del trabajo a casa, cualquiera querría buscar residencia cerca de donde trabaja, para no gastar mucho tiempo. Además de los precios de la vivienda, ocurre que es imposible planificar un hogar en función del puesto de trabajo, pues los contratos actuales condenan a la temporalidad a la clase obrera. Derogar las reformas laborales sería un buen primer paso, pero nosotros lanzamos un órdago. No hace mucho tiempo las empresas ponían casa a sus trabajadores, desarrollando barrios al abrigo de una fábrica, o en la Meca de los monopolios modernos, Google, Microsoft, Amazon… para sus ingenieros y desarrolladores aun se conserva este derecho. Existe también en convenios de grandes empresas el transporte colectivo de los trabajadores. Pues bien, en lugar de responsabilizar al trabajador de a pie de la contaminación, exijamos a las empresas dicha responsabilidad, introduciendo en los convenios colectivos el alojamiento y el transporte colectivo para trabajadores, por ejemplo.
Además, hablar de la utilización del transporte público en abstracto queda muy bonito, pero traído al andén de las 6 de la mañana con 12 minutos de espera en el Cercanías, 6 en el Metro, avería mediante, suena bastante peor. Mejorar el transporte público en todos sus medios sería necesario, antes de impulsar esta medida y, aunque parezca sorprendente e ilógico, no, el Ayuntamiento de Madrid no ha previsto mejoras del servicio público con estas restricciones al tráfico. Al mismo tiempo, los servicios de coche, moto, bici y patinetes compartidos, opciones interesantes de movilidad, no se han promocionado como servicio público, aunque se defiende su importancia para la movilidad en la ciudad, sino que se han dejado a la inversión privada.
Que los barrios colindantes a la M30 se convierten en mega parkings al aire libre, no son el centro. Que los trabajadores deben tragarse atascos kilométricos, total, no son en el centro. Cómo estén y cómo queden los barrios, da igual, es el coste que el Ayuntamiento está dispuesto a pagar por tener un centro de película, para los pocos que pueden pagarse vivir allí, pero sobre todo, para apuntalar el proyecto de ciudad destino turístico y centro de negocios, que se completa con operaciones como Madrid Nuevo Norte.