Santa Pola vive sumergida en el turismo la mayor parte del año. El verano es un día de la marmota constante, un bucle soleado donde la playa, las horas extras, la crema y las chanclas lo impregnan todo. El sol te abruma. Tanto por su clima como por las posibilidades de trabajar, existe un crisol de culturas y nacionalidades.
El franquismo desde los 60 y la Unión Europea después, la han convertido en un pueblo abocado, empujado e incluso limitado, al turismo. Pero existe un oficio, un trabajo, que se resiste a desaparecer: el de pescador. Es de esas faenas que hunde sus raíces en la historia y que marca el devenir de los hombres y mujeres de la zona. Santa Pola siempre ha estado ligado a la pesca, nace y se desarrolla con ella. A pesar de lo marcado en Bruselas, se resiste a desaparecer. Es un paisaje creado a base de trabajo, de salitre y redes. Un ambiente casi bucólico que nos recuerda de donde venimos. Disfrutar del pescado fresco en la lona, oler a mar y ver los pesqueros son placeres para aquellos que pensamos que sin trabajo, sin clase obrera, no seríamos lo que somos, ni tendríamos lo que tenemos.
Unos pescadores de Santa Pola han vuelto a recordarnos con orgullo que la clase obrera es lo primero. Hace una semana salvaron a 12 migrantes procedentes de Libia que navegaban a la deriva. Digo que nos lo vuelven a recordar porque cada cierto tiempo lo hacen. No es la primera vez, ni será la última, que ayudan a migrantes a los que todos los gobiernos niegan el refugio mirando a otro lado. El acto humanitario de estos trabajadores de la mar vuelve a desnudar las vergüenzas de la política migratoria de España y la UE. Allí los han abandonado, en alta mar, esperando una “solución”.
Desde que el gobierno español acogiera el Aquarius, las ONG’s cifran en más de 1277 las personas muertas en el Mediterráneo. Podemos hablar literalmente de un cementerio de agua salada. ¿Cuál es la posición del gobierno del PSOE ante el situación del pesquero Nuestra Madre de Loreto? Muy clara, España se lava las manos y decide no asumir a esos refugiados a pesar de reconocer el serio riesgo que sufren los tripulantes del barco. El Refugees Welcome navega a la deriva.
Para los pescadores no hay dudas. Había que situar prioridades. Reconocen que lo “volverían a hacer”. El padre de uno de ellos, ya protagonizó la misma situación hace dos años en el pesquero Francisco y Catalina. Su sinceridad cuando habla a la prensa debería de ser un golpe directo a la conciencia de todo trabajador, de todo ser humano, “parece que lo que quieren es que los echemos al mar”.