Lo hizo Coca Cola un día después de que el Supremo declarara nulo el ERE que afectó a casi 1200 trabajadores en todo el país: compró las portadas de todos los periódicos de tirada nacional, poniéndoles un pliego de publicidad con el slogan “Hoy es el primer día para un nuevo futuro juntos”. Y después de eso nos siguieron hablando una y mil veces sobre la libertad de prensa en el capitalismo.
Que el panorama mediático en España está tomado por las grandes corporaciones es una realidad, por todo el mundo conocida, y aceptada ya con triste desidia. La diversidad de enfoques es mínima, toda ella incluida en el corto abanico de las diferentes gestiones de la democracia burguesa. Los grandes monopolios de la comunicación se ocupan de ofrecer una oferta bien dibujada de líneas editoriales más progresistas o más reaccionarias, socialdemócratas o liberales, dentro de los límites del sistema. Con la revolución digital, que ha cambiado sin duda la industria de la prensa escrita, el cambio no se ha percibido de gran manera en lo editorial, o al menos no tanto como en lo meramente técnico, en el paulatino consumo de información de acuerdo a unas costumbres nuevas, haciendo clic en lugar de pasando hojas, y leyendo más superficialmente los contenidos periodísticos.
La relación entre la prensa en papel y la prensa digital se va nutriendo mutuamente de los rasgos inicialmente definitorios de una y otra. Esto sucede en la época de la posverdad y de las fake news, nuevos términos para viejos conceptos: la mentira y la desinformación de toda la vida. Viejas realidades, pero tremendamente presentes, en auge. Las noticias falsas corren como la pólvora. Y los protagonistas de la historia, contada en tiempo real, son siempre los mismos, con la ausencia permanente de la clase trabajadora en cualquier relato que se pretenda lo suficientemente relevante para ganarse un hueco en los grandes —y medianos— medios. La clase obrera no es protagonista de nada en el relato de los mass media, en todo caso un invitado de piedra, un efecto colateral o un fondo atmosférico. Que la fuerza principal de la sociedad, quienes todo lo mueven, no se vea reflejada en el relato de su tiempo, solo indica que el relato lo está contando una minoría que distorsiona la realidad a su antojo. Así vistas las cosas, la realidad está en peligro.
Que es necesario otro modelo de prensa es evidente. La ausencia de una prensa que tenga en cuenta los intereses de las mayorías sociales es un síntoma más de la actual desarticulación de la clase obrera y de los sectores populares. Los trabajadores y las trabajadoras de este país necesitan volver a contar con herramientas de clase que los defiendan en multitud de ámbitos: sindical, política e ideológicamente. El desarrollo de los recursos que hagan recuperar fuerza a la clase obrera va a depender, ante todo, del desarrollo de un Partido Comunista fuerte y organizado. Esto es una verdad histórica incontrovertible, que hay que esgrimir sin complejos. En este sentido, la puesta en marcha de un renovado órgano de expresión como es Nuevo Rumbo, que pretende ser referente en la información sobre actualidad obrera y popular, es una apuesta por ese reforzamiento político de amplio espectro que necesita la clase trabajadora.
La recuperación de la histórica cabecera del PCPE, Nuevo Rumbo, viene ensayándose desde mayo de 2017, con la edición de unos boletines mensuales. Pero es en noviembre de 2018 cuando toma definitiva forma el lanzamiento de Nuevo Rumbo como órgano de expresión central del PCPE, con una edición regular en papel, cada mes, y con la puesta en marcha de su edición digital, www.nuevo-rumbo.es, de actualización diaria.
Porque es necesaria una prensa para los trabajadores. Porque es necesario que el Partido Comunista retome su voz y la haga llegar a los lugares de trabajo, a los centros de estudio, a los barrios populares. Porque es necesario un país para la clase obrera, comencemos por contar nuestra propia historia.
Noviembre, 2018