Cómo y por qué organizarse en los centros de trabajo

El lugar natural de existencia y desarrollo del Partido Comunista es el centro de trabajo. La fábrica, la oficina, el almacén, el hotel, la tienda… allí donde se nos explota a los trabajadores es donde los comunistas debemos estar  presentes de forma organizada, como partido.

El Partido Comunista es la única organización política que aspira a acabar con el capitalismo, y el capitalismo no es un sistema que sufrimos desde lejos, que se manifiesta en tal o cual injusticia social. Los capitalistas no son señores trajeados que fuman puros. No, el capitalismo empieza y tiene su base en las empresas, en la explotación del trabajo asalariado, y los capitalistas son los dueños de las empresas en que trabajamos, lleven traje o no. Por tanto, ¿cómo vamos a renunciar los comunistas a ser organización precisamente en el corazón mismo del capitalismo, en el corazón mismo de la explotación y la lucha de clases?  

Hoy no existen muchas células comunistas en empresas. De hecho no hay casi ninguna. Pero la tarea no consiste en partir de cero, sino en recuperar y actualizar una experiencia y un modelo organizativo que durante muchas décadas demostró ser tremendamente útil, no sólo para la lucha revolucionaria sino también para la lucha económica diaria, para conquistar nuevos derechos. Un modelo organizativo que, precisamente por su utilidad para la clase obrera, fue desmantelado a partir de la imposición de las posiciones eurocomunistas en los años 70.

La experiencia de lo ocurrido en el PCE en los años 60 y 70 es significativa: el desmantelamiento de las organizaciones del Partido en las empresas y centros de trabajo supuso la pérdida acelerada de la inmensa capacidad de movilización que los comunistas teníamos durante la dictadura franquista, y también el desprestigio de una organización y unos militantes que eran ejemplos vivos y cercanos de lucha, honestidad y solidaridad. 

Para ser más asimilables por el sistema político que sucedería al franquismo, pero que nos sigue explotando cada día, los comunistas españoles llegamos a convencernos de que no era necesaria nuestra presencia directa en las empresas. Que bastaba con que nuestra militancia se destacara en su empresa como sindicalista exclusivamente. Así, de la noche a la mañana abandonamos todo trabajo partidario en nuestros centros de trabajo, la lucha política e ideológica en las empresas, para centrarnos exclusivamente en el trabajo sindical, en la lucha económica, como si no hubiera nada más. Con nuestra actitud, dábamos carta de naturaleza a las posiciones promovidas por la patronal que fomentaban la idea de que en las empresas sólo se puede hablar de salarios y condiciones de trabajo, y no de la realidad política y social en que las empresas viven, que determina las condiciones en que se explota el trabajo asalariado, en nuestra empresa y en las demás. 

Al abandonar la presencia organizada en los centros de trabajo, al desmantelar las células de empresa, asumimos el modelo organizativo de los partidos capitalistas. Abandonamos nuestra seña de identidad para copiar un modelo en el que el enemigo siempre nos sacará ventaja. La única forma de afrontar con garantías toda lucha política es que los centros de trabajo sean fortalezas de la clase obrera, porque para poder disputar el poder en todo el país debemos ser capaces de disputarlo en cada empresa, en cada centro de trabajo. De otra manera no seremos más que unos meros charlatanes. 

Igual que el capitalismo empieza en las empresas, el poder obrero comienza allí donde se genera la riqueza, y no en plazas o despachos. Cuando el PC sale de los centros de trabajo boquea como pez fuera del agua. Se retuerce, busca desesperadamente la forma de mantenerse vivo, pero siempre termina por morir, porque ha abandonado su elemento. 

No nos engañemos, la desaparición del Partido Comunista sería una tragedia para la mayoría trabajadora, porque sin el Partido Comunista se pierde toda oportunidad de poner fin, de veras, a este sistema político, económico y social basado en el robo diario y sistemático de la riqueza generada por los trabajadores y trabajadoras. 

Por eso hemos dicho basta a una situación que venía desarrollándose durante décadas y que tenemos claro que es posible revertir. Nuestro objetivo es que las células comunistas vuelvan a estar presentes en los centros de trabajo, pero hay quien nos pregunta cómo lo vamos a lograr, si parece que tenemos todo en contra. El primer paso ya lo hemos dado: romper con esa especie de bloqueo mental que nos impedía plantearnos la recuperación de las células de empresa. 

El segundo paso consiste en unificar esfuerzos individuales y colectivos. Es decir, combinar nuestra actividad individual en nuestros propios centros de trabajo, allí donde estamos cada día, con la actividad del resto de militantes comunistas que, de manera planificada, buscan la manera de extenderse hacia empresas de su entorno, de su mismo polígono o sector. 

En tercer lugar, demostrando que la presencia comunista organizada en la empresa permite conseguir más derechos, permite desarrollar la conciencia de clase de las plantillas y movilizar a sectores cada vez mayores hacia el objetivo fundamental del Partido Comunista: construir un país para la clase obrera, en el que sean los intereses y los derechos de la mayoría trabajadora, y no los de una minoría explotadora, los que primen. 

Si estás leyendo este periódico en tu empresa, o lo has conseguido a través de un compañero de trabajo, es que vamos por buen camino. Te invitamos a recorrer este camino con nosotros.

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