Un nuevo líder para la globalización

Donald Trump, junto a Xi Jinping. Foto: Andy Wong/AP

La llegada de Trump a la Presidencia de Estados Unidos ha tenido muchos efectos colaterales. Entre otros, nuevamente se vuelve a debatir sobre un elemento que, hasta hace poco, estaba entre los intocables: el marco de relaciones comerciales mundiales. Desde luego, la enmienda que hace la Administración Trump, no busca incluir a la clase obrera y a los pueblos en una ecuación que hasta ahora sólo se ha basado en los intereses de los grandes monopolios. Sin embargo, es curioso tener que ver a los líderes políticos mundiales repitiendo monsergas como éstas: 

“De la mano de los sentimientos proteccionistas y anti-globalización que amenazan con volver, nuestro mundo siente un mayor grado de inestabilidad e incertidumbre.”

“Definitivamente, no bailaremos lo que quiera Estados Unidos en cuanto al proteccionismo. Tenemos nuestra propia orientación en favor de la globalización y del mercado.”

Solo que, en este caso, son citas de los líderes de un país que aspira a ser el nuevo campeón de la globalización y el libre comercio: China. A pesar de que el gobierno del país esté presidido por un partido que sigue llevando el nombre de comunista, en la China las relaciones mercantiles son las que dominan.

Este 2018, se cumplen 40 años de la creación de las primeras zonas económicas especiales. En ellas, se experimentaba la introducción de la empresa privada y las relaciones de mercado. De las 4 zonas iniciales se pasaron a 18 en 1984 y, desde 1988, prácticamente se extendió a todo el país, reconociéndose desde 1992 que el mercado juega un papel decisivo en el sistema chino. 

Desde 2013, se ha pasado a una fase superior: una vez las relaciones mercantiles privadas son dominantes, se están creando zonas de libre comercio. La primera fue Shanghai, donde por primera vez se permitió la inversión en banca o servicios médicos. Actualmente, cuenta con 30.700 empresas privadas, incluyendo 7.700 del capital extranjero. Otras 11 zonas más se han inaugurado hasta este mes. La última de ellas, en octubre de 2018, es una provincia entera: la isla de Hainan.

Orgulloso, el Global Times, vocero del gobierno, dice: “la zona de libre comercio de Hainan envía un importante mensaje de los líderes de nuestra nación: que China no cambiará el ritmo de su reforma y apertura a pesar de las presiones y que China toma el relevo como defensor de la globalización económica.”

A China no le afectarán las sanciones y la guerra comercial para seguir abriéndose al capitalismo. Ahora bien, parece que sí le afectó una carta que la Administración Trump envió a la Organización Mundial de Comercio, en que acusan a China de no ser completamente una economía de mercado. A esto, contestaron indignados que “de todas las reformas que se están realizando, incluyendo la reforma fiscal, la más importante es la reforma de las empresas estatales”.

Y es cierto, nadie puede dudar del empeño privatizador chino. Desde 1998 a 2007, el número de empresas estatales se ha reducido desde 238.152 a 115.087, es decir, una caída del 52%. Entre las 2.926 empresas estatales grandes que había en 2007, un 86,88% fueron reformadas en los años siguientes y el 34,52% paso a propiedad mixta. De hecho, en 2007, se aprobó la Ley de Propiedad de la República Popular China, que cambia el concepto de Empresa Estatal por el de empresa en la que Estado invierte. Los últimos años tampoco han sido mejores en cuanto a privatizaciones, con 2.618 empresas estatales de distintos tamaños transferidas al capital privado.

Li Keqiang, Premier chino, anunció mientras acudía a la Semana de los Emprendedores (concepto que también ha abrazado el “socialismo” chino) que la prueba de que no se dejaban afectar por la guerra comercial de Trump es que los aranceles chinos generales habían bajado a un 7,5% desde el 9,8% de 2017.

En realidad, la guerra comercial no es una guerra de buenos y malos, del socialismo y el capitalismo, sino de intereses comerciales y monopólicos en ambos casos. China no quiere ser exportador de materias primas y baratijas y Estados Unidos no quiere que le arrebaten el eje de la cadena de valor en la producción mundial capitalista.

La prensa china ha recuperado la olvidada palabra socialismo, para explicar sus presuntas ventajas en esta guerra. El Estado chino controla menos del 2% de las empresas, si bien en éstas trabaja el 18% de la clase obrera del país. El gobierno se refiere a ellas como las palancas de control de la economía, desde una óptica que en Europa puede recordar mucho al keynesianismo, a pesar de que las mismas tienen capital dividido en acciones y en propiedad minoritaria de numerosos capitalistas privados. ¿Será suficiente en esta guerra comercial?

La verdadera arma china, en todo caso, no está en el frente de guerra, sino en la retaguardia. Con un mercado interno de 1400 millones de personas y una gestión de masas con la que no puede ni soñar Trump, se equilibran las ventajas económicas y tecnológicas con las que podría contar el imperialismo yanki.

Dice Trump que el mayor problema con China es el robo de tecnología. En realidad, China hace mucho que no se dedica a la mera copia, sino que hace cosas nuevas y en muchos casos mejores: valgan trenes, autopistas o teléfonos como ejemplo.

China llega a acuerdos multimillonarios con empresas estadounidenses. Cuando un comprador hace un encargo de 300 aviones de golpe, a la empresa le soluciona las cuentas para una década. Eso sí, China hace buenas ofertas, pero exige la transferencia tecnológica como parte del acuerdo. No es un robo enmascarado, sino una clausula más del contrato.

La guerra comercial está suscitando conclusiones erróneas. De un lado, no hay robo por parte de China, simplemente Estados Unidos se encuentran a escala global el mismo tipo de competencia que hacen los bazares chinos en Occidente en el nivel local: trabajan más horas, a menor precio y con más variedad de productos.

No hay una guerra entre dos mundos ni entre dos sistemas sociales. Hay dos potencias donde imperan las relaciones de producción capitalistas, luchando por los mercados y tratando de imponer sus intereses.

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