El Ministro de Educación, Íñigo Méndez de Vigo, anunciaba recientemente la intención de su partido de proponer, en el marco de las negociaciones sobre el denominado “pacto educativo”, un modelo de acceso a la docencia similar al sistema MIR que se utiliza para los profesionales de la medicina.
La propuesta no es nueva. De hecho, cada cierto tiempo algún representante político (de casi todas las formaciones parlamentarias) la recupera para azuzar el debate sobre el sistema educativo y colocar a la opinión pública ante falsos dilemas.
Lo que se esconde tras la propuesta del MIR docente no es nada novedoso tampoco. La intención es generar un clima social de apoyo a las sucesivas medidas de agresión contra los derechos laborales de los trabajadores y trabajadoras de la enseñanza. Se fomenta la idea de que los problemas del sistema educativo están fundamentalmente en quienes trabajan en él (que si están mal formados, que si están mal elegidos, etc.), y así el foco desaparece de las constantes denuncias sobre la carencia de medios, la masificación de las aulas y las malas condiciones en que años de recortes y una sistemática e indisimulada apuesta por la enseñanza concertada han dejado a los centros educativos públicos.
Criminalizar y culpar de los males de un sector a los trabajadores y trabajadoras del mismo no es sólo una actitud miserable, es también una posición funcional a los intereses de la patronal. Abordar la propuesta del MIR docente sin entrar a discutir (y confrontar) las razones por las que las autoridades educativas (Ministerio y Consejerías o Departamentos autonómicos) llevan años realizando un ataque sistemático al sistema educativo en general, y al público en muy particular, es dejarse atrapar por el falso dilema que interesa a los poderes económicos que están detrás de este tipo de propuestas.
Mientras se discute sobre los sueldos de los controladores aéreos, los “privilegios” de los estibadores, las prejubilaciones de la minería o las vacaciones del profesorado no se habla sobre las condiciones reales en que realizan su trabajo, o se ignoran las denuncias constantes sobre el empeoramiento sistemático de las condiciones laborales. ¿El objetivo final? Lograr una división entre trabajadores y trabajadoras de distintos sectores que es sumamente útil para los intereses de la patronal. Así, si un sector concreto de trabajadores se moviliza, la solidaridad de clase será menor. Habrán hecho efecto las montañas de propaganda lanzadas previamente. Con los trabajadores recelando unos de otros y echándose en cara los supuestos privilegios que tienen los demás es como mejor se aplican todas las medidas antiobreras que sólo benefician a los capitalistas. La táctica está más vista que el tebeo, es el clásico “divide y vencerás” que, vaya que sí, el enemigo utiliza en la lucha de clases.
Que nadie lo dude, la idea del MIR docente es una propuesta populista. Una vez que se ha generado la idea del carácter privilegiado de los y las docentes, se propone un modelo de acceso al sistema educativo no universitario basado en cursar un grado, un máster, realizar un examen, unas prácticas de dos años y otro examen. Se busca que algún otro trabajador o trabajadora piense “que se jodan”, mientras en la práctica se restringe brutalmente la posibilidad de acceso a todos aquellos jóvenes que no tienen medios económicos para costear ese largo proceso.
Por otra parte, se ahonda en la ya muy extendida idea de que, para acceder a un trabajo, es necesario pasar previamente por un período de tiempo en que las condiciones laborales son sensiblemente peores que las del resto de compañeros y compañeras. Las prácticas no remuneradas en empresas u otras entidades que son necesarias para obtener el título, el denominado contrato en prácticas, el contrato para la formación y el aprendizaje, el Plan de Garantía Juvenil o la FP dual son la punta del iceberg de una realidad que debemos transformar radicalmente. Bajo esa punta existen multitud de sectores en cuyas empresas la patronal exige habitualmente períodos de trabajo “a prueba” durante los que ni se pagan salarios, ni cotizaciones ni existen derechos laborales de ningún tipo. ¿Cómo nos hemos dejado convencer de que eso debe ser así? Preguntémonos hasta qué punto hemos dejado que nos contaminen los puntos de vista burgueses, hasta qué punto somos, al criticar a otros compañeros y compañeras, punta de lanza de intereses ajenos.