Si eres mujer y de clase obrera lo tienes difícil.
La discriminación laboral de las trabajadoras es un hecho a lo largo y ancho del mundo capitalista y se agrava especialmente durante las crisis, con independencia del lugar que ocupa cada país en la pirámide imperialista.
En numerosos países menudean los casos registrados de trabajadoras que han sido obligadas a firmar compromisos de no quedar embarazadas durante la duración de su contrato, sometidas a pruebas de embarazo previas a su contratación o despedidas con motivo de su maternidad presente o prevista A muchas se les ha negado el derecho a la baja de maternidad
Esta situación es una realidad para millones de trabajadoras a pesar de que unos 70 países han ratificado al menos una de las tres convenciones de la OIT relativas a la protección de la maternidad.
Esta organización expuso las condiciones laborales de muchas gestantes que están expuestas a sustancias químicas, que deben trabajar de noche o están de pie durante largas horas.
Aparte de los abusos probables y probados se ejercen sobre las trabajadoras embarazadas otros más difícilmente demostrables como asignarles trabajos que antes no hacían, hablar con los demás acerca del empeoramiento de su rendimiento laboral y otras formas de acoso psicológico para escarmiento de las demásy aviso a navegantas. Las denuncias son de toda índole: preguntas en entrevistas de trabajo acerca de la posibilidad de tener hijos a las que se tiene miedo a responder, mujeres que no son tenidas en cuenta para procesos de selección; otras que en estado de embarazo son relegadas de funciones o, por el contrario, se les asignan muchas más; o aquellas que son retiradas de su trabajo luego de haberse cumplido la licencia de maternidad. Los psicólogos advierten de los sintomas generados por el estrés derivado de esta situación , que para la mayoría de víctimas no son percibidos como fruto de un ataque sino interiorizados como culpabilidad propia, y que se trasladan en forma de nerviosismo e insomnio a aquellos que son ya víctimas de la opresión de clase desde el propio útero materno.
Algunos de los casos que describe la OIT son el de las 800.000 trabajadoras italianas que se vieron obligadas a renunciar al trabajo por haber quedado embarazadas, en la mayoría de los casos tras haber sido forzadas a firmar cartas de renuncia sin fecha cuando fueron contratadas. Estas cartas fueron utilizadas por las empresas cuando quisieron despedirlas. En Kenia, algunas mujeres están obligadas a firmar acuerdos donde se comprometen a no quedar embarazadas. En Honduras, las mujeres que trabajan en la limpieza deben someterse con regularidad a las prueba de embarazo, bien sea para obtener un trabajo o para mantenerlo.
En España las empresas persiguen con dureza a la mujer obrera que se atreve a aspirar a ser madre.
Recientemente el tribunal de «justicia» de la Unión Europea asestó un duro golpe al tan cacareado derecho a la maternidad (para las que pueden pagárselo) dictaminando que las trabajadoras embarazadas sí pueden ser despedidas en el marco de los despidos colectivos.
Las compañías obstaculizan o directamente impiden el ascenso de trabajadoras que no son informadas de esta posibilidad por estar «disfrutando» de una baja por embarazo de riesgo; reducen el salario computando como ausencias la baja maternal o la baja por embarazo de riesgo a los efectos de calcular los días productivos para el cobro de incentivos y complementos salariales. Deniegan la jornada reducida para cuidado de hijos menores; ponen obstáculos de todo tipo a la efectiva conciliación de vida familiar y vida laboral. cualquier derecho aunque esté en el estatuto de los trabajadores tiene que ser peleado con uñas y dientes y con organización obrera en la negociación colectiva y en la movilización, en el centro de trabajo y en la calle, o es papel mojado.