¿Quién tiene casa(s) en España? Una radiografía de la propiedad de viviendas

¿Cuáles son las frases más famosas pronunciadas por un ministro de Vivienda español? Podemos recorrer la hemeroteca y encontraremos una enorme cantidad de ocurrencias para intentar justificar el problema de la vivienda en cada momento, pero seguramente la que más se recuerde (aunque a menudo se les atribuya a otros) es la que pronunciara el falangista José Luis Arrese, el primer ministro de Vivienda de España, en 1957: «Queremos un país de propietarios y no de proletarios».

Más allá de lo memorable de esta afirmación, de lo mucho que dice y esconde sobre cómo se han pensado las clases sociales en este país, dicha posición sigue influyendo a los ministros actuales, casi setenta años después. En 2023, la nueva ministra de Vivienda del Gobierno de España del PSOE y Sumar afirmó en su posesión:

«Quiero tener también un mensaje de tranquilidad y de esperanza, de sensibilidad con los pequeños propietarios. Tranquilidad, porque este Gobierno pisa la calle y somos conscientes de que en España muchas personas, especialmente personas mayores, dedicaron todo su esfuerzo, todo su trabajo, todos sus ahorros, a la compra de una segunda vivienda que hoy complementa sus rentas. A ellos también los vamos a proteger».

Mucho ha cambiado desde 1957, pero las prioridades de los gobiernos parecen estables e independientes de sus colores en esta cuestión: incluso se ha profundizado, teniendo en cuenta que ya no basta con proteger una vivienda, ¡sino dos!, sin tampoco preguntar sobre la viabilidad de «complementar sus rentas» para la mayor parte de la población.

Pero ¿a quiénes están protegiendo? Como máximos responsables de la conciliación de clases en España, los miembros del Gobierno están tratando de contentar a la vez a diversas posiciones económicas, y el mantenimiento de los precios de la vivienda y el alquiler, aun tensando a parte de su electorado, puede beneficiar a otra gran parte.

Si acudimos a la última estadística del IRPF publicada, vemos que en los tramos con mayores rendimientos hay mucha más población que cobra rentas de alquiler que en las bajas. Igualmente, podemos ver que los alquileres que cobran son mayores entre las rentas altas que las bajas, indicando que o alquilan más propiedades o son de mayor valor.

Podría concluirse que la riqueza ahora mismo se concentra en torno a la propiedad más que en formas tradicionales de capital, pero hay que ser cuidadoso. Es cierto que un individuo rico obtiene más cantidad de alquiler que uno pobre, en general, pero hay que tener en cuenta dos elementos:

  1. Hay más población en las rentas medias que en las rentas altas: aunque el porcentaje de población que cobra alquileres en esos tramos sea menor, el 40 % de los caseros declara rendimientos totales por debajo de los 21.000 euros.
  2. Aunque las rentas altas cobran más del alquiler, no pesa tanto en su renta: entre las rentas bajas, aunque los alquileres sean más pequeños, pueden ser más relevantes.

Siguiendo en esta línea, un estudio de EsadeEcPol, centro de formación financiero, encontraba que en 2019 los ingresos de alquiler son mayores entre las rentas medias-altas, pero entre las más altas, sin embargo, son mucho más relevantes los rendimientos financieros.

De hecho, es bastante probable que las rentas más altas no inviertan en vivienda directamente, sino a través de instrumentos financieros, que son mucho más cómodos de manejar y les permite olvidarse, más aún que al casero normal, de que los inquilinos son también personas y no solo rendimientos.

El Gobierno, así, es posible que considere que resolver la crisis de precios en el mercado del alquiler va en contra de sus intereses. No olvidemos que, además, el modelo de vivienda español lleva a que la mayor parte de la población siga optando por adquirir vivienda en propiedad, a pesar de que eso suponga adquirir una deuda a pagar en décadas, y con un régimen de propiedad así las políticas de control de precios pueden perjudicar a ciertos sectores de sus votantes, que se debaten entre poder acceder a una vivienda barata y desear que esa inversión a muy largo plazo tenga valor. Al final, si revisamos el régimen de tenencia de propiedad de los hogares españoles encontramos que la propiedad, con hipoteca o no, sigue siendo el modelo principal de tenencia de vivienda en España para todos los grupos de renta.

Como se comentaba inicialmente, esta es una línea que no es propia de este Gobierno, sino continuista casi sin excepciones desde los gobiernos franquistas. Dicho modelo se centró más en la consolidación de una gran industria orientada a la construcción y las obras públicas que en establecer un sistema efectivo de vivienda asequible. El franquismo realizó intervenciones muy poco eficaces para dar alojamiento a los trabajadores que emigraban del campo, generando bolsas de chabolismo y zonas sin servicios básicos en las periferias de las ciudades españolas. Otras soluciones en forma de parque de vivienda pública, comunes en las socialdemocracias europeas, podría haber beneficiado a largo plazo a los capitalistas españoles al permitir liberar un montón de renta de los trabajadores hoy dedicada al pago de alquileres e hipotecas, que podrían haber dedicado al consumo. Sin embargo, el poder industrial de estos sectores ya instalados ha ido agravando la situación desde el franquismo.

Si contemplamos el acumulado de nueva vivienda pública frente a privada desde 1981, vemos cómo ha ido disminuyendo el peso público con el paso de los años a niveles ridículos: solo un quinto de la vivienda construida en casi el último medio siglo es pública. Es lógico si consideramos que la industria inmobiliaria ha ido absorbiendo recursos financieros desde la apertura de España a la UE: la creación masiva de nuevos bloques de viviendas, orientadas también al turismo, fue el motor a través del que se canalizó este exceso de recursos, impulsando la burbuja financiera que estalló en 2008 y cuyo estallido en forma de crisis seguimos sufriendo hoy.

En los últimos años la vivienda ha conseguido recuperar los precios previos al estallido y el número de inquilinos frente al de hipotecados ha crecido: la respuesta a este auge de precios ha sido mediocre, como se ha comentado, debido a los intereses de amplios sectores de la población de rentas medias y altas, así como a los del capital financiero, que ha experimentado rendimientos enormes gracias a la recuperación del precio de la vivienda. Sin embargo, hay que entender el papel de cada grupo en este auge. Si bien la mentalidad pequeñoburguesa del pequeño propietario puede resultar ofensiva para las y los trabajadores por la protección a toda costa que reclaman para la propiedad privada de la vivienda, su influencia sobre las dinámicas históricas de propiedad es reducida. Los grandes inversores, sin embargo, son un fenómeno distinto: no ya por su poder de mercado, sino porque el beneficio no se extrae de ningún consumidor de sus bienes, sino de sus trabajadores a través de las corporaciones que los emplean. El combate político-ideológico contra la moral pequeño burguesa no debe hacernos olvidar que su papel en el entramado social general no es más que el de comparsa frente a las actuaciones principales del gran capital.

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