¿Son distintos los grupos del Parlamento Europeo Los Verdes y The Left? El apoyo a Israel y la idea de «otra Europa»

Desde que tengo uso de razón nunca se ha debatido en el espacio público de la «izquierda alternativa» acerca de cuál es el grupo parlamentario al que deben ir los diputados de la candidatura de turno a la izquierda del PSOE. Sin embargo, desde hace unos meses, y en el marco de las pugnas entre los restos de Podemos y Sumar y entre los sectores de Izquierda Unida más proclives a la alianza con el proyecto de Yolanda Díaz y los contrarios a dicha confluencia, es un elemento central del debate público.

Pero ¿qué son Los Verdes/Alianza Libre Europea y The Left? Lo primero que hay que entender es que en el Parlamento Europeo los grupos parlamentarios son trasnacionales: en ellos se unen diputados de diversos partidos. Los Verdes y The Left representan a dos familias políticas europeas comprometidas con la construcción de la UE. Mientras los primeros son, a grandes rasgos, el resultado de la incorporación del ecologismo a la denominada New Left a partir de la década de los setenta del siglo pasado, los segundos corresponden a la mutación de los partidos eurocomunistas en formaciones abiertamente socialdemócratas desde los años ochenta.

En la dirección de Podemos y en el «ala izquierda» de Sumar se está utilizando como crítica a la coalición de la ministra de Trabajo que la mayoría de los diputados elegidos por su candidatura irían al grupo Los Verdes y no a The Left, como había sido habitual. Argumentan, y no les falta razón, que Los Verdes, especialmente en Alemania, son un movimiento con posiciones atlantistas, sionistas y militaristas. La actual copresidenta del grupo parlamentario Los Verdes/Alianza Libre Europea es Terry Reintke, miembro de Alianza 90/Los Verdes (Alemania); los Verdes alemanes son el partido más belicista y prosionista del actual Gobierno germano. El rearme de Alemania, la venta de armas a Israel y el apoyo financiero y armamentístico a Ucrania han sido elementos fundamentales de la política exterior del Gobierno alemán, cuya ministra de exteriores es Annalena Baerbock, de Los Verdes alemanes.

Sin embargo, la candidatura de Irene Montero o las críticas desde el «ala izquierda» de IU hacen la vista gorda ante similares posiciones en The Left. Y es que la presidencia de este grupo recae en Gabriele Zimmer, del partido alemán Die Linke, que tiene posiciones muy parecidas a Los Verdes en la cuestión israelí.

¿Acaso sus representantes en España tienen una posición más solidaria con el pueblo palestino? A pesar de los manifiestos, las palabras grandilocuentes y las lágrimas de cocodrilo, también en nuestro país los dirigentes de Sumar (y antes de Unidas Podemos) tienen un grado de corresponsabilidad con el genocidio al pueblo palestino. No olvidemos que ese espacio político está en el Gobierno de España desde 2020, cuando Pablo Iglesias era vicepresidente, un periodo en el que el Estado español ha estado vendiendo armas a Israel. Pero no creamos que España dejó de vender armas en octubre de 2023 ante el recrudecimiento de la guerra y los bombardeos masivos israelíes sobre población civil, sino que después de esa fecha lo ha seguido haciendo, como demuestran diversas noticias, la última referida al carguero con «destino» a la República Checa. Además, a pesar de los discursos con tono grave, el Estado español sigue sin romper relaciones con Israel o sin emprender sanciones que puedan afectar a la economía del Estado sionista.

¿A qué se debe esta pulsión sionista en los grupos parlamentarios The Left y Los Verdes? Los socialdemócratas europeos, al igual que sus representantes patrios, están profundamente comprometidos con el proyecto de integración europeo, y este proyecto de desarrollo de un bloque imperialista de los capitales de Europa tiene en la OTAN una herramienta fundamental, como también estamos viendo en Ucrania. No en vano, 21 de los 27 estados miembro de la Unión Europea forma parte de la alianza atlántica e Israel es el principal portaaviones de la OTAN en Oriente Medio.

La política exterior agresiva de la OTAN, sosteniendo a Israel o Ucrania o participando en diversos conflictos, no se puede separar de manera metafísica de los intereses económicos del bloque imperialista de la Unión Europea. No en vano, el imperialismo es una fase del desarrollo histórico y su política exterior, una herramienta más de los monopolios para garantizarse la exportación de capitales, el control de mercados y rutas comerciales y la reproducción ampliada del capital.

Así, más allá de las declaraciones, manifiestos y tuits indignados, toda fuerza política que plantee su proyecto dentro de la Unión Europea tiene que asumir de forma más o menos explícita un apoyo a la vía única de la UE, que hoy pasa por el aumento del gasto militar, el apoyo bélico a los aliados de «Occidente» y el aumento de la agresividad imperialista.

Cuando Los Verdes o The Left se presentan a las elecciones, elaboran manifiestos y programas llenos de buenas intenciones. Los Verdes europeos, por ejemplo, construyen su planteamiento en torno a la idea de «hacer de Europa una fuerza para la paz y la justicia en todo el mundo». Por su parte, el manifiesto del Partido de la Izquierda Europea (PIE), principal fuerza dentro de The Left, nos habla de la necesidad de una «Europa democrática, justa, feminista y ecológica con base en un nuevo paradigma de desarrollo sostenible».

Pero si entendemos que la Unión Europea es una alianza imperialista construida exclusivamente con base en los intereses de los grandes monopolios europeos, podremos comprender que su política exterior basada en el militarismo, la Europa fortaleza o la mano dura con migrantes y refugiados no son más que parte de un proyecto común para que las élites europeas se enriquezcan cada vez más en un contexto de aumento de la competencia entre bloques imperialistas. No existe «otra Europa posible»; al menos, no existe en el marco de la Unión Europea y el capitalismo. Cuando los eurodiputados de The Left o Los Verdes niegan esto se convierten, independientemente de su voluntad, en una pata de las posiciones «críticas» de la UE, canalizando el descontento hacia el anhelo inviable de reformar la Unión Europea y construir una «a favor de los pueblos».

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