Editorial: Una propuesta de lucha

En estas elecciones europeas, el PCTE no expone un programa electoral, al menos no uno al uso. En su lugar, les presenta a los trabajadores y las trabajadoras una propuesta de lucha, porque los comunistas no aspiramos a gestionar este sistema, no queremos sillones y poltronas para debatir y acordar las distintas formas o ritmos en los que se pueden concretar los intereses de las grandes empresas europeas; los comunistas queremos plantear claramente ante el pueblo trabajador que es hora de volver a transitar NUESTRO PROPIO CAMINO.

¿Alguna vez has dicho o pensado eso de «todos son iguales»? Pues esa sensación se debe a que todos ellos, todos los partidos y sus gestores, comparten un mismo consenso, que se puede resumir en que todos presuponen la explotación capitalista y por tanto realizan una política que se edifica sobre ella. Nosotros y nosotras, los comunistas, sin embargo, planteamos otra forma de hacer política, una dirigida directa y frontalmente contra esa explotación.

Efectivamente, todos pueden parecer iguales, aunque tengan sus matices y programas propios, porque todos comparten ese consenso, lo que se materializa en que todos asumen los mandatos de Bruselas. ¿Y cuáles son esos mandatos? Pues las necesidades de los monopolios europeos en cada coyuntura. En el momento actual, cuando la economía europea da nuevos síntomas de estancamiento, y en el horizonte parecen intuirse de nuevo las negras nubes de la crisis, estas necesidades se concretan, fundamentalmente, en cinco dogmas: preparación para la guerra, vuelta a la austeridad, fomento de la flexibilidad laboral, aumento de la productividad y competitividad, y búsqueda de nuevos nichos de rentabilidad.

Estas líneas maestras, que van a guiar a la UE y a los Gobiernos de sus países miembro, tendrán terribles consecuencias en la vida de millones de trabajadores y trabajadoras si no lo evitamos. Sin embargo, no vamos a escuchar a los principales partidos parlamentarios, y al resto de partidos que concurren a estas elecciones que proponen modelos alternativos de gestión del mismo sistema, hablar de ellas más que tangencial o superficialmente. ¿Y por qué?

Porque son líneas de acuerdo general, un camino compartido que, por ello, no moviliza a sus electorados, no permiten diferenciarse. Lo que veremos, en cambio, es cómo hiperbolizan hasta el ridículo sus diferencias en clave nacional. Los comunistas creemos que es fundamental que los trabajadores y trabajadoras conozcamos los intereses reales y las directrices que gobiernan y gobernarán sus políticas, que sepamos juzgar y analizar la política no por lo que los políticos dicen sino por lo que los políticos hacen, para que ese conocimiento sea la base que sustente en firme nuestro combate.

Ha habido periodos en los que nuestra organización y fortaleza, la existencia de un tejido organizativo propio que nacía desde los centros de trabajo y las fábricas extendiéndose hacia los campos, los barrios, los pueblos, las plazas… permitía un torrente de oposición y combate con capacidad de frenar sus políticas y de conquistar nuestras propias victorias. Un torrente que permitía que tuviésemos nuestra propia agenda, no subordinada a la de los capitalistas o a los intereses corporativos de sus distintos partidos, y que nuestras reivindicaciones no dependiesen de las «posibilidades de la economía», es decir, de su capacidad para seguir amasando riquezas, sino exclusivamente de nuestros propios intereses y necesidades.

Hoy, sin embargo, como decía el dramaturgo Bertolt Brecht, parece «que el futuro está en tinieblas y las fuerzas del bien son flojas». Es fácil que por ello caigamos en la desesperanza, la resignación y el temor. Temor porque parece que además crecen los discursos reaccionarios que buscan enfrentarnos entre nosotros para aplicar más fácilmente un programa que arrase hasta con la última de nuestras conquistas y derechos. Temor ante la guerra, hoy que ponen de nuevo en marcha sus aparatos propagandísticos para introducirnos de lleno en una espiral bélica. Temor ante la falta de garantías vitales, ante la compatibilización permanente del empleo y el paro; o ante la sensación de que toda nuestra vida puede irse al traste si al jefe de turno dejamos de cuadrarle en sus cálculos.

Y de ese temor se aprovechan para que los trabajadores y trabajadoras no tomemos la iniciativa, para que no recuperemos el protagonismo perdido y sigamos enclaustrados en la paralizante y conservadora lógica del mal menor. Ningún gran hecho histórico, ninguna gran conquista de la humanidad, se ha conseguido a través de la lógica del mal menor. Pasan los años, las décadas, hasta los siglos, y a través de esa lógica nos mantienen presos entre lo malo y lo peor.

Lo que los comunistas proponemos es una alternativa de ruptura. Que no pasa por delegar nuestra vidas en manos de otros, sino por volver a ser los artífices de nuestra propia historia. Si todos, de una forma u otra, a un ritmo u otro, van a ejecutar los planes de Bruselas, van a gestionar en nombre de los grandes capitalistas de España y Europa, nuestra preocupación debe estar en cómo oponernos a su consenso, en cómo luchar contra sus políticas, en cómo volver a levantar una oposición clasista, tan ilusionante como poderosa.

Votar comunista es apostar por esto, apostar por extender y dar gravedad a la voz de dicha oposición, apostar por recomponer paso a paso las fuerzas del movimiento obrero y popular hasta estar en disposición de romper unilateralmente con la UE y con todo organismo y alianza que no sea más que el consejo de administración que rige los intereses colectivos de los explotadores, de los que viven a costa de nuestro trabajo, igual que lo hacen e hicieron con nuestros abuelos y abuelas, padres y madres, familiares, compañeros y compañeras, vecinos y vecinas…

Tener presente la mirada cansada de nuestro padre al volver tras su jornada, de nuestra madre levantándose de madrugada para ir en transporte público al trabajo, de nuestro abuelo que pagó durante su vejez el coste de una vida deslomándose, de nuestra abuela que nunca ha dejado de servir dentro y fuera de casa… es tener memoria, y tener memoria es recorrer el hilo rojo de quiénes fuimos, de cómo luchamos, de cuántas veces lo intentamos; es identificar a los nuestros, recolectar nuestras victorias y derrotas, para sacar de ellas las lecciones que tracen la medida de nuestro camino hacia un mañana mejor. Comencemos a transitarlo, no hay minuto que perder.

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